Un antecedente de Los Pumas, los valores nunca cambian

Señor director:
El escándalo que envuelve de manera directa a al menos tres jugadores de Los Pumas (Matera, Petti y Socino) tomó demasiada relevancia, con justa razón por ser exponentes de un seleccionado nacional que sirven de referencia para jóvenes deportistas, pero la página más oscuro de este deporte elitista se escribió 3 de abril de 1982 con la capitanía de Hugo Porta; quien anotó todos los puntos del combinado que se impuso por primera vez ante los Springboks. En ese entonces y bajo el disfraz de “Sudamérica XV”, sin los colores celestes y blancos, la Unión Argentina de Rugby decidió romper un boicot deportivo internacional al que estaba sujeto Sudáfrica, el país más racista del planeta.
Paradójicamente, el gobierno militar argentino de ese entones, había expresado su rechazo a la realización de este partido, pero los dirigentes de la UAR hicieron caso omiso y de todas formas disputaron el match de la vergüenza.
Según publicó Página 12 en su momento; Los Pumas disfrazados, en tanto amateurs, no cobrarán un peso por los servicios prestados al gobierno asesino. Y qué servicios prestaron. No fueron a presentar papers académicos ni jugar al golf delante de unos pocos.
Los jugadores de la UAR fueron a practicar el gran deporte sudafricano, pasión de multitudes, contra un equipo que representaba el orgullo nacionalista de la minoría dominante. Tan es así que el mayor símbolo de la reconciliación sudafricana se dio en una cancha de rugby durante el mundial de 1995 que se jugó en ese país, cuando Nelson Mandela alzó la copa vistiendo la camiseta del capitán Springbok, el rubio François Pienaar. Después de la gira de “Sudamérica XV” ningún otro país envió seleccionados a Sudáfrica hasta la caída del apartheid en 1993. El partido de la vergüenza, el cobarde crimen de Fernando Pastorizo en Villa Gesell, el abuso sexual en manda a una joven dentro de un club de rugby durante 2019 y el comportamiento de los referentes actuales de este deporte, entre otros tantos escándalos, deja en evidencia el comportamiento de un grupo social del país que no cuenta con valores humanos acordes para convivir en sociedad. Esto, sumado a una dirigencia ciclotímica de la UAR, que primero defiende a los suyos y luego los tira debajo de un camión cuando ven que el escándalo no para de crecer, debería ser un quiebre definitivo para terminar con estas actitudes que se replican constantemente en un ámbito que muchas veces se intentó mostrar como ejemplar. Esperemos que esto sirva para que el ambiente del rugby local empiece a trabajar en el comportamiento de sus jugadores más jóvenes, que fuera de pandemia suelen ser reconocidos los fines de semana por abusar físicamente de quienes ellos creen que no deben existir.
Ezequiel Gradizuela,
(con fragmentos de Página 12 )