TODOS HERMANOS

 Por Juan Martín Garay (*) 

La esperanza es un arco iris al final de la tormenta que aún no se aprecia pero se anhela para disfrutar el post – temporal, pues los vientos complicados social y políticamente que nos “despeinan” las ideas, genera la ausencia de una amistad social ciudadana, dando con esto una mala señal de fragilidad que nos aísla y enfrenta, debilitando la convivencia y postergando los análisis responsables y serios para dar respuesta a los verdaderos problemas coyunturales.

Expresa el Papa Francisco en la Carta Encíclica “Fratelli Tutti” (sobre la Fraternidad y la Amistad Social) que “la historia da muestras de estar volviendo atrás. Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, exasperados, resentidos y agresivos. Se crean nuevas formas de egoísmo y de pérdida del sentido social enmascaradas bajo una supuesta defensa de los intereses nacionales. Lo que nos recuerda que cada generación ha de hacer suyas las luchas y los logros de las generaciones pasadas y llevarlas a metas más altas aún. Es el camino. El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos”

Enfrentamos un tiempo complejo, repetido pareciera, aunque con ciertas particularidades que lo hacen ser un tanto único. Claramente se requieren gestos de grandeza que posibiliten sembrar entre lágrimas del presente la idea cultural del diálogo y el encuentro, para cosechar con alegría sonriente un mañana convertido en esperanza. La edificación de una comunidad más justa y solidaria, deberá partir de la aceptación del otro, creciendo en actitudes de respeto y diálogo -en el marco del amor y la vida-, tomando conciencia de nuestras debilidades, para afrontar ese horizonte con la mayor responsabilidad posible.

Necesitamos del compromiso y ejemplo no sólo de la dirigencia en su integralidad, sino de la sociedad en su conjunto como partes de un todo cada vez más complejo. Superar los desencuentros y fortalecer los lazos de pertenencia solidaria a la comunidad, en una dimensión más fraterna que no excluya ni anule lo diverso, sino por el contrario que lo necesite e integre, es el mayor desafío por delante. Avanzar sobre las diferencias y los enfrentamientos estériles, promoviendo lo que expresa el Sumo Pontífice, la Amistad Social, implicará ser fraternales del diálogo y fortalecer la vida en democracia. La clave siempre es la esperanza, ante la falta de ella pero como anhelo, lo palpitante cómo el corazón que motoriza la vida, deben ser nuestros sueños de construir una comunidad más justa, pues estos sueños a los que nos aferremos son los que nos guiarán a un futuro claramente mejor.

La posmodernidad junto a la sociedad del conocimiento en la que nos encontramos inmersos como partes de un todo mundial, desnuda el conflicto de fondo por la carencia de discusión (no debate) de los verdaderos problemas troncales. Tomar conciencia de nuestras fragilidades, a modo de diagnóstico para identificar la problemática, posibilitaría conocer lo que aún nos falta y nos detiene, para afrontar con la mayor responsabilidad posible una pronta solución, al menos de forma pragmática, que de margen para planificar nuestras comunidades a largo plazo, generando la previsibilidad que tanto se necesita para evolucionar con equidad. Tenemos que edificar una comunidad más justa y solidaria, ¿quién puede estar en desacuerdo? El problema son los enfrentamientos estériles y las disputas sin sentido, corriendo de eje el tratamiento responsable, profesional y serio de los problemas que parecen como eternamente no resueltos. Por eso nos debemos gestos de grandeza y de amistad social que nos lleven a superar los desencuentros y nos permitan fortalecer lazos de pertenencia en una dimensión más fraterna.

La desesperanza genera desconfianza, y con ella la pérdida de valores, por más que aparezcan circunstanciales defensores de ciertos intereses comunes presentados como válidos. El empobrecimiento de la sociedad, destruyendo a la comunidad que se debe organizar, lo es no sólo en el sentido económico sino más que nada en lo intelectual. La prepotencia del más fuerte, del que se impone por el impulso del poder concreto y real, genera más rechazo que adhesiones, imponer en vez de persuadir nunca es el camino acertado. La crisis de representatividad política demuestra discusiones insanas, sin proyectos a largo plazo para el desarrollo, sólo sustentada en acciones de destrucción del otro como único recurso. La discusión mediante el diálogo se pierde en la no generación de ella y solo vemos que se avanza con muchas ganas en el camino del debate con alta confrontación, en donde alguien necesariamente debe ganar y otro perder (es la lógica del debate, en contraposición al diálogo), con descalificaciones casi constantes que motorizan un estado permanente de cuestionamientos que llegan hasta el hartazgo de los ciudadanos de a pie.

Construir una identidad nacional más que un anhelo es una necesidad, identidad que contenga a las diversas opiniones y expresiones, pues todos somos diferentes en este mundo y podemos expresarnos y pensar de distinta manera, el único precepto a respetar debe ser ese precisamente, el respeto. Muchas veces las voces que se erigen para la defensa de intereses comunes que representen el conjunto de un pueblo en movimiento suelen ser disfrazadas de racionales, claramente no lo son. La cultura que se gesta como vacía y sin un proyecto común conlleva en sí misma una pugna de intereses que pueden llevarnos a una destrucción de lo construido o lo poco que quede en pie de la Argentina que siempre soñamos. Acortar distancias entre semejantes, por más distintos que seamos, bajo un proyecto nacional con grandes objetivos para el desarrollo sostenible, puede ser que permita disminuir las diferencias entre nosotros para remar mar adentro hacia un horizonte de esperanza.

Termino como empecé, con palabras de nuestro Papa Francisco: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo de hermandad. Entre todos: «He ahí un hermoso secreto para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos. Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”.

(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-