Señor director:
Soy mayor, nací en el 43, y naturalmente he tenido tiempo para recorrer el mundo y reunir abundantes experiencias que me han dejado enriquecedoras enseñanzas. Las más influyentes han sido las que me tocaron vivir en India, donde pasé largas temporadas, en los casi veinte viajes realizados durante los últimos cuarenta años.
Desde hace algún tiempo me he aficionado a escribir, y al simpatizar con Herman Hess y Aldous Huxley en mis lecturas, he comprobado que ellos se sumergieron tanto o más que yo en la cultura milenaria de aquél excepcional país, por cuanto sus notables vislumbres sobre la ciencia espiritual de la Bhagavad-gita y otros textos memorables como los Upanishads (conocidos como el conocimiento conclusivo de los Vedas), me sirven para cotejar los míos de cuando en cuando.
Actualmente, unos conocidos me piden “que arroje luz para desentrañar la confusa situación creada por la pandemia del Covid-19”. Les preocupa los cada vez más frecuentes desastres naturales, la desorientación generalizada en el campo de la política y las finanzas, así como el hartazgo social y el desconcierto resultante por estas y otras causas.
En primer lugar, creo que la ansiosa esperanza de que las cosas vuelvan a ser como antes no me parece juiciosa, puesto que el modus operandi del añorado pasado (pleno de excesos en todos los sentidos) es lo que nos ha conducido a la dramática situación que nos toca vivir ahora. Sin embargo, hay épocas de esplendor milenarias –con destacados y sensatos modus operandi– que conviene investigar para entresacar sabios lineamientos funcionales, si tenemos claro que el ámbito nuclear donde los extravíos se producen, y también pueden resolverse, es la conciencia. Los desajustes que ponen en crisis al mundo se originan en la conciencia de sus habitantes.
La conciencia es la voz interior que juzga los aspectos ético-morales de la conducta humana. Nadie puede estar plenamente satisfecho de la vida y de sí mismo hasta que no desarrolla plenamente su conciencia. La mayoría pasamos por la vida sin entender su real significado. Vivimos como si la ley de causa y efecto no existiera, como si el egoísmo fuera mejor opción que la generosidad, y como si amarnos todos y convivir en paz fuera una utopía.
La humanidad solo puede regenerarse a través del cambio de mentalidad de cada uno de sus miembros. Todo puede y debe ser de otra manera. La mayoría de los problemas pueden resolverse situándolos en un contexto más amplio. Por ejemplo, en vez de decir que tenemos que dejar un mejor planeta a nuestros hijos, ¿por qué no intentamos dejar mejores hijos al planeta? Para los escépticos, el poeta Rumi tiene estas palabras: “Permite que las aguas se apacigüen, verás las estrellas y la luna reflejadas en tu ser”.
Lucas Santaella