En la madrugada del 16 de septiembre parte del Ejército, la Marina de Guerra y sectores de la Fuerza Aérea se sublevaron, abriendo un frente de lucha cuyo objetivo era la caída del gobierno constitucional del General Perón.
Por Orlando C. Busiello (*)
Señalamos en entregas anteriores que apenas alcanzado el derrocamiento de Perón, en Concepción del Uruguay las demostraciones de alegría de los triunfadores y sus partidarios fueron discretas, sin manifestaciones ni actitudes despreciables y violentas como sucedieron en otras ciudades del país. Sin embargo, esa mesura desapareció por completo el día 22 de septiembre, cuando una “ola” humana pocas veces vista ganó las calles de la ciudad. Las expresiones de beneplácito y los cánticos alusivos al momento histórico, se mezclaron rápidamente con hechos censurables, actuando en consonancia con actitudes similares que, el fanatismo y la soberbia de los ahora derrotados tuvieron oportunamente con quienes no comulgaban con la doctrina peronista.
Fue así que, buena parte de la población salió a la calle espontáneamente el día 22 convergiendo sobre Plaza Ramírez, para exteriorizar su regocijo y total apoyo al a la llamada “Revolución Libertadora”.
Al respecto manifestaba LA CALLE en su edición del 23:
Nadie sabe cómo, aunque sí se tiene conciencia de porqué inesperadamente ayer alrededor de las 16:30h, volcóse en la calle una multitud que paulatinamente fue engrosándose, para exteriorizar abiertamente un sentimiento que se mantenía latente (…). No hubo previa convocatoria fue la explosión de un sentimiento popular que hizo eclosión.
Más adelante continuaba diciendo este periódico:
Esa multitud congregose en la intersección de las calles 9 de Julio, Vicente H. Montero y Colón, y dando vivas a la Libertad y a la Democracia, y entonando estribillos alusivos a la caída del régimen peronista, con el propósito de derribar los bustos de Perón y Eva Duarte emplazados en los lugares donde nacen las dos calles nombradas en el último término, a las que se les había impuesto sus nombres.
Una turba enceguecida
El objetivo de los manifestantes se cumplió, y en medio de un griterío ensordecedor los bustos fueron arrancados, al igual que las placas que daban nombre a las calles que, se encontraban sobre los edificios del París Hotel y el Banco Hipotecario Nacional.
Una muestra de la reacción irracional ocurrida en distintos puntos del país.
La furia se había desatado de una manera brutal e irracional, dando por tierra con la imagen “culta” que la ciudad había sabido cincelar a lo largo del tiempo. La turba bárbara, imponente y enardecida partió del lugar vociferante y altanera dando vivas a la Libertad y la Democracia… “Recorriendo por largo rato las calles de la ciudad. Los referidos bustos, enganchados mediante cables de acero a vehículos fueron arrastrados por las calles, detallaba LA CALLE.
Algunos testigos hablan de un camión de color amarillo Mercedes Benz, a cuyo paragolpes se ataron los cables que tiraban los bustos de Perón y Eva perón.
En aquel derrotero los manifestantes abordaron todos los lugares donde existía alguna referencia peronista, y estos fueron arrancados, quemados o destruidos literalmente, con la idea de borrar de una vez y para siempre aquellos años de soberbia y opresión.
Comisionado Interventor, Capitán Antonio Luis Merlo
De esta forma y a manera de ejemplo, las placas que daban nombre a las calles “17 de octubre” y las que se habían colocado en el basamento erigido en la plazoleta de la Estación de trenes, desaparecieron violentamente.
Fue así que la marea humana y una larga fila de vehículos llegó al Ministerio de Obras Públicas. la Escuela “Juan José Viamonte” y a la Estación del Ferrocarril, entre otros lugares, haciendo sentir la “bronca” contenida durante tanto tiempo…
En la Estación del Ferrocarril cuenta LA CALLE:
La multitud enarboló en el mástil la Bandera nacional y un banderín que tenía inscripta la palabra “Libertad”, que posteriormente fue arriada mientras los manifestantes entonaban el Himno Nacional Argentino, coreado con hondo fervor patriótico.
Este matutino calificó de “delirante” el entusiasmo de la población y refería que muchas personas que no se sumaban a la marcha saludaban con pañuelos y con banderas argentinas el paso de la multitud.
Es preciso señalar que mientras esto ocurría en las calles de la ciudad no ocurrió ningún ataque a personas o a la propiedad privada, todos los actos cargados de llamativa virulencia fueron dirigidos contra los símbolos del gobierno depuesto.
Una fogata consume cuadros y láminas pertenecientes a Perón y Evita.
Finalmente, los manifestantes volvieron a concentrarse en Plaza General Ramírez donde, “escucharon la retrasmisión de los actos cumplidos en Córdoba, sede provisoria del gobierno de la República con motivo del desfile de las fuerzas revolucionarias que se despidieron así de aquella ciudad”.
Dispersión y renuncias
Poco después, de la misma manera en que llegaron, comenzaron a desconcentrarse los cientos de miles de personas que habían protagonizado aquel episodio de desahogo brutal en Concepción del Uruguay. El río desmadrado por algunas horas volvió a su cauce, y la calma ganó nuevamente las calles de la ciudad.
Durante la mañana del día 22 de septiembre, el intendente municipal Héctor Chapelet y el secretario Juan Luis Bracco, presentaron sus renuncias, así como todos los funcionarios políticos, al director de la Escuela de Ingenieros, coronel Juan Alberto Galli, retirándose de la Municipalidad.
El General Eduardo Lonardi asume como Presidente Provisional del país.
El coronel Galli designó Comisionado Interventor al capitán Antonio Luis Merlo, quien inmediatamente se hizo cargo de sus nuevas funciones.
El 23 de septiembre de 1955, mientras el ex presidente Juan Domingo Perón se alejaba a bordo de una cañonera paraguaya, una multitud pocas veces vista se apretujaba en la Plaza de Mayo para vitorear al nuevo presidente provisional, el General Eduardo Lonardi quien expresó desde los balcones de la Casa de Gobierno que no había “Ni vencedores ni vencidos”.
Comenzaba a escribirse un nuevo capítulo, que trajo en lo inmediato consecuencias no deseadas y pesados nubarrones que preanunciaba futuras tormentas.
La historia del desencuentro argentino, proviene desde nuestras raíces y este presente no es la excepción. Vivimos empeñados en reeditar viejas luchas de partidos cargadas de odio y deseos de revancha, de pasiones mezquinas e intereses y ambiciones personales. Repetimos sistemáticamente antiguos errores que han hecho de este país con enormes potencialidades humanas y de recursos una nación postrada y miserable.
Quiera la Providencia pueda perdonarnos porque no supimos o no pudimos encontrar la manera de zanjar nuestras diferencias, dilapidando durante décadas las oportunidades que aparecieron en el camino para desarrollarnos y crecer.

(*) Profesor de Historia y escritor. Autor de los libros “Caudillos Litorales en tiempos de Epopeya 1815–1821”; “El General y el Palacio”; “Origen, Evolución y Performances de las Instituciones Deportivas.