Servicio y responsabilidad

 

Juan Martín Garay- Concejal

 

Según reflexiona el Papa Francisco, “San Pablo VI decía que quienes ejercen el poder público deben considerarse servidores de sus compatriotas, con el desinterés y la integridad propios de su alta función. El deber de servicio es inherente a la autoridad; y cuanto mayor es ese deber, más elevada es esa autoridad. A menudo falta la libre y honesta observancia de la legalidad y ante ellas surge el egoísmo colectivo”. Aún en el contexto actual, la política se presenta como la única herramienta de transformación social. Es todo un arte del que se debe hacer uso con servicio y mucha responsabilidad.
Continuando con apreciaciones de Francisco, este entiende que “el servicio corre el riesgo de seguir siendo un ideal bastante abstracto sin una segunda palabra que nunca puede separarse de él, responsabilidad”. He ahí la clave. Una conjunción perfecta, no difícil de poner en práctica, pero que muchas veces sólo queda nada más que en palabras. Quienes tenemos responsabilidades políticas no podemos ser indiferentes a esto, por eso debemos tener una mayor entrega y compromiso, sumado a gestos de grandeza, de los que no abundan por cierto en este tiempo.

Pa´ todos
Claramente hay cuestiones básicas a satisfacer en nuestra realidad política, económica y social, pero bien sabemos que todo ser humano se ennoblece cuando lucha por sus ideales, mucho más aún si lo hace sirviendo a la comunidad como un acto pleno de entrega solidaria. Porque así como nadie se realiza en una comunidad que no se realiza, tampoco nadie se salva sólo. Nos necesitamos todos desde la mutua caridad, desde un corazón abierto a la entrega por el prójimo, dejándonos interpelar con amor profundo y sincero. Aferrarnos a dar un salto hacia el futuro, todos juntos, porque nadie sobra y todos nos hacemos falta. Además, como enseña Don Arturo Jauretche: “O es pa´ todos la cobija o es pa´ todos el invierno”.
Hacer posible el desarrollo de una comunidad capaz de vivir en amistad social verdadera requiere también de transitar los caminos de esperanza en la vida comunitaria. Estos caminos en este tiempo son necesarios para poder construir ciudadanía en función de la gente y al servicio del verdadero interés común, el del pueblo y su felicidad. La justicia, la solidaridad, el amor y la paz, deben ser factor de reclamo constante pero en una sana manifestación que lo exprese o contenga.

La patria es un dolor
Aunque parezca raro, las penas del presente nos deben servir para sembrar con lágrimas nuevas semillas de amor, de mayor servicio y responsabilidad en la política. Para esto necesitamos empezar por aceptar a los demás con sus diferencias, responsablemente y con actitudes de respeto en un marco fraternal.
Perón enseña algo que bien vale para la realidad actual: «las dificultades que se encuentra para hacer marchar a la Nación en una misma dirección, teniendo en cuenta los dos objetivos fundamentales de hacer la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación, se deben al desacuerdo que existe entre los mismos argentinos. Unos quieren la independencia económica, y otros no la quieren. Unos quieren la justicia social y otros no la quieren. Unos quieren la soberanía política y otros no la quieren. ¡Cuando son tres cosas que ningún argentino podría dejar de querer!
“La patria es un dolor que nuestros ojos aún no aprenden a llorar” le dijo Leopoldo Marechal a José Maria Castiñeira de Dios. Por eso a quienes hacemos política se nos debe exigir ejercer este arte con la mayor responsabilidad posible. Pero esto también tiene que nacer de nosotros mismos, desde el fuero interno y con todo el corazón puesto al servicio de los demás, sin condicionamientos.
Debemos ejercer la política con la convicción plena del servicio hacia el prójimo, en un tiempo donde necesitamos más concordia, entrega, calma, paz social, respeto, equilibrio, armonía, pero fundamentalmente más compromiso y empatía. Saber escuchar, con servicio y responsabilidad.