Nancy Bitenberg (*)
La incertidumbre de las grandes enfermedades, es un dilema, lo complejo de esto es que los enfermos tienen muchas emociones encontradas y cuando no se sabe cuál será el pronóstico de un proceso, lo pequeño es el mundo.
Su diagnóstico y tratamiento se deriva del conjunto de datos disponibles sobre el estado actual del paciente, sus antecedentes, su entorno.
Esos serían los datos cualitativos, la enfermedad o lesión serían los datos cuantitativos, estos últimos salen de estudios clínicos realizados por científicos durante años.
Depende de muchos factores que estemos bien a pesar de estar enfermos, por lo podemos fortalecernos para poder responder con nuestro sistema inmune ante cualquier dolencia.
Erróneamente, solemos priorizar las medicaciones para intentar curarnos, pero no existe la píldora que nos cure todos los males. Sin embargo, existe una “medicación mágica”.
En dosis elevadas no presenta toxicidad, cuanto más nos hará sentir maravillosamente. Produce un efecto adictivo, pero con respuesta positiva a nuestro organismo; tiene efectos secundarios de sonrisas y no está contraindicada para ninguna edad.
Es más, a mayor edad más dosis, el intervalo interdosis puede ser variable y usado sin ningún efecto sobre nuestro sistema nervioso.
Esta medicación se llama amor. Nuestro organismo la fabrica: se llama amor propio. Pero no se sabe por qué cada vez parece que hay menos dosis.
Por ello debemos aprender a convivir con la que generamos y buscar estrategias para renovarla. Se trata de aceptarnos como somos, comprendiendo nuestro entorno y evitar modificarlo, sino modificar nuestras convicciones para seguir adelante, escuchando a los demás y buscando en este dialogo un balance entre lo que nos sirve y lo que podemos descartar.
De esta manera nos adentramos de a poco en mejorar nuestra proyección al bullying, que es el acoso físico y/o emocional que podemos sufrir.
No se trata de buscar culpable o victimizar, sino de salir del centro de la atención y provocación, sin responder con agresión.
El fuego alimenta más fuego y a eso debemos impedirlo. O sea, cortamos el maltrato cuando nos fortalecemos internamente, sintiendo que el otro no nos daña y que podemos poner un límite firme.
Tengan en cuenta siempre que esto se consigue con años de experiencia, así que lo importante es siempre buscar ayuda y no quedarse callado. Nuestros mayores lo han vivido, escuchemos. El diablo sabe más por viejo que por diablo.
(*) Médica General y Familiar, Geriatría. MP 9860. Preguntas y sugerencias para esta sección: (whatsapp) 3442 45-4077.