Salud… Estrés crónico

Laura Maffei (*)

Contrario a lo que algunas veces puede creerse, la niñez es una de las etapas de la vida en que más vulnerabilidad existe hacia el factor estrés. Cuando el contexto es la agresión física, mental y verbal hacia el niño o niña, el impacto es muy grande, debido a que su proceso de crecimiento y formación cerebral, emocional y personal está todavía en desarrollo. Por lo tanto, el nivel de cortisol, la hormona que se produce ante situaciones de peligro, riesgo o angustia, aumenta y cambia en su frecuencia, generando un desarreglo en el control de sus hormonas de estrés. Al sentirse amenazados, podría aparecer apatía, tristeza o inseguridad. En consecuencia, sus ideas, emociones y percepciones del mundo se verían alteradas y quedar inhibido en el desarrollo de su capacidad para sobreponerse ante la adversidad. La ansiedad, la pérdida de confianza en ellos mismos, los trastornos del aprendizaje y las dificultades en la concentración serán prevalentes. Más aún, su sistema inmune puede quedar fragilizado y también ser más propensos al dolor de cabeza y de vientre. Además, podrían volverse más agresivos, irritables y presentar, incluso, patologías como la hipertensión. En la adolescencia, cuando es muy importante la aceptación del otro, es otra de las etapas en que si no se actúa a tiempo, puede desencadenarse un estrés crónico con patologías físicas y mentales. La adolescencia es un momento clave en el desarrollo del ser humano. El cerebro se remodela, las neuronas se modifican y la plasticidad cerebral aumenta. Sumado a esto, las hormonas sexuales irrumpen en todo el organismo, pero, sobre todo, en el eje hipotalámico-hipofisario, que regula la producción de cortisol. Debido al escaso desarrollo de recursos y estrategias de afrontamiento propias de la edad, los adultos deberíamos saber reconocer las conductas de un adolescente que transcurre una situación estresante. En la adolescencia, el factor de estrés se desplaza del círculo íntimo familiar a su ámbito social. Será determinante, entonces, la comparación que se tenga con sus pares. El estrés es, por tanto, un punto a identificar por parte de las instituciones educativas y sociales, en niños, niñas y adolescentes. Trabajar en conjunto con sus familias, permitirá no sólo actuar sobre los riesgos visualizados en el corto plazo, sino también para lo que se desencadenarán en el futuro. Tanto para ellos como para las generaciones posteriores.

(*) Endocrinóloga, integrante de la Sociedad Argentina de Endocrinología.