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miércoles, abril 23, 2025

Salud… Convencidos

Las redes sociales trabajaron horas extras el martes tras la horrible noticia de que un ataque al Hospital Al-Ahli en la ciudad de Gaza mató al menos a 500 personas. Al principio, se culpó a Israel por el ataque. Poco después, las Fuerzas de Defensa de Israel culparon al lanzamiento fallido de un cohete del grupo militante Jihad Islámica Palestina. Enseguida, las redes sociales se llenaron de posibles imágenes de la explosión y teorías sobre qué pudo haberla causado. Hubo tweets que argumentaban que un lado u otro era el motivo del ataque. Se generó una gran cantidad de información errónea y propaganda culpando a un lado o al otro. Mientras tanto, los principales periódicos cambiaron sus titulares con respecto al ataque al hospital.
El titular original de la página de inicio del New York Times fue: “Ataque aéreo israelí golpea hospital de Gaza y mata a 500 personas, dice el Ministerio de Salud palestino”. Pero luego se cambió a “Israel y los palestinos se culpan mutuamente por la explosión en el hospital de Gaza que mató a cientos de personas”. Por su parte, el titular original del Washington Post fue: “Se teme que cientos de personas hayan muerto en ataque al hospital de Gaza, dicen las autoridades palestinas”. Pero finalmente se cambió a “Israel y funcionarios palestinos se culpan mutuamente por el ataque mortal al hospital de Gaza”.
Esos son sólo dos ejemplos que involucraron a dos de los medios de noticias más importantes del mundo, pero fueron un serio recordatorio de la importancia del lenguaje y la prudencia al escribir titulares sobre historias donde la información aún es vaga. Mientras el martes las redes sociales se convertían en un incendio forestal de información y desinformación, la sensación para muchísimos usuarios hoy no es de confusión sino de enojo e indignación. Parece imposible formular en este momento qué es real o falso sobre lo que se publica en las redes. Lo mismo que en algunas plataformas digitales de medios periodísticos que mienten, ocultan y son descaradamente tendenciosos, aunque presumen con calculado cinismo de su “objetividad”. Parece no haber ningún lugar confiable dónde informarse, y así acabamos reaccionando con recelo, al compás de la conmoción. Acontecimientos que merecen un análisis racional, que necesitan ser contextualizados, que requieren indagar en los antecedentes históricos y recientes, repetimos no exentos de prejuicios y manipulaciones: “Yo creo”. “Me parece”. O incluso, “estoy convencido”.

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