De todos los desafíos que enfrenta la vacunación masiva contra el COVID-19, el miedo a las agujas es uno de los menos reconocidos por las campañas de salud pública. Incluso lo que sabemos al respecto es limitado. Es probable que al menos el 16% de los adultos en todo el mundo se hayan saltado algún tratamiento médico (principalmente las vacunas anuales contra la gripe) debido a preocupaciones sobre las agujas. Para aproximadamente una cuarta parte o más de esas personas, el nivel de ansiedad y terror causado por las agujas se fusiona en una fobia legítima, formalmente llamada tripanofobia, que gobierna elementos de su vida e interfiere con su funcionamiento normal.
Es casi imposible saber el número exacto de personas que viven con esta fobia, principalmente porque muchas de ellas evitan por completo la atención médica y prefieren correr el riesgo de perderse las pruebas de detección y el diagnóstico. Esta evasión puede ser de gran alcance. Las personas pueden optar por evitar las actividades cotidianas por temor a lesionarse y necesitar atención médica relacionada con las agujas. Algunas mujeres jóvenes han optado por posponer o incluso renunciar a la maternidad deseada simplemente por la atención médica que requieren el embarazo y el parto, según grupos de apoyo que existen en internet.
Para poder superar el miedo a las agujas es necesario comprender todos y cada uno de los elementos de la interacción con ellas que pueden hacer que una persona se sienta incómoda.
Para algunas personas, en realidad es la punción. Para otros, es la idea de que una sustancia extraña ingresa a su cuerpo. Incluso podría ser el olor a alcohol o el miedo a desmayarse.
No es raro que los niños sientan aprensión respecto de las agujas, y las interacciones tempranas con el sistema de atención médica pueden fácilmente marcar la pauta para actitudes de por vida. Los estudios muestran que el número de personas que sufren restos del trauma infantil causado por agujas podría estar aumentando. Un estudio de 2017 mostró una fuerte correlación entre la cantidad de vacunas infantiles administradas el mismo día y el miedo posterior a las agujas de los preadolescentes alrededor de los 10 años. Para algunas enfermeras experimentadas, la terapia de exposición es, por mucho, el tratamiento más eficaz para las fobias a las agujas. Esto significa ver repetidamente videos o presenciar personalmente como se les aplica una inyección a muchas personas.
(*) Red Argentina de Periodismo Científico.