Señor director:
Los virus mutantes son fantasmas letales que de ahora en adelante tendremos que bancar. Su devastador efecto psicológico ha puesto en jaque a la entera humanidad. Los tradicionales alicientes de la vida –salud, dinero y amor– se han deshilachado. De momento, la ley del más fuerte favorece a esos bichitos microscópicos surgidos de la nada que parecen estar dispuestos a establecer un reinado vitalicio sin ninguna restricción. La crispación causada por tan inusitada situación caótica, induce a buscar culpables en medio de una maraña de conflictos sin pies ni cabeza que está haciendo pirar a todo el mundo.
Las preguntas sin respuestas que suscita este panorama tremebundo, tienen a todo el mundo en vilo. La incertidumbre dispara anhelos irrealizables y pide a gritos soluciones plausibles que parecen no existir. El cuestionado sentido de la vida se ensaña con todo el mundo en paralelo con los virus, y hasta los pensadores de vanguardia experimentan crisis demoledoras que evidencian su impotencia para digerir la nueva realidad. En estos momentos, todos los actores de cualquier categoría imaginable padecen un lapsus escénico que les obliga a reescribir el guión de la nueva vida que, sí o sí, tendrá que tener un fundamento espiritual, y quien no logre hallarlo y encauzarlo naufragará en estados de locura permanente. De modo que, tan deplorable contingencia, requiere una revancha.
Somos seres espirituales, y para estar en paz y armonía con nosotros mismos tenemos que comportarnos como tales. Así como los ríos no se detienen hasta llegar al océano y recibir su abrazo, a nosotros nos corresponde proceder de igual modo, haciendo caso omiso de los diversos inconvenientes de la vida –todos pasajeros– y encaminando nuestros pasos hacia la Suprema Realidad que, por ser afín a la nuestra, es anuente a brindarnos su abrazo de cálida acogida por la eternidad. Sin darle más vueltas al asunto, deberíamos ponernos manos a la obra, enfocando nuestra atención en la verdadera naturaleza de las cosas, pues solo ella da sentido a la vida cuando es tomada en cuenta. No somos cuerpos materiales perecederos, sino almas espirituales imperecederas, temporalmente atrapadas en el tiempo, que necesitan recuperar su libertad y estatus natural, para lo cual tenemos que recuperar nuestra conciencia original perdida al tomar contacto con la materia. Nuestro problema es amnesia y la amnesia se cura procurando realizar las mismas actividades practicadas antes de perder la memoria. Para centrarnos de lleno en dicha tarea podemos acudir a la Bagavad-gita o ciencia de la acción, en cuya lectura Gandhi siempre encontró respuestas viables en los momentos más cruciales de su vida.
Lucas Santaella
Revancha contra los virus
