Proliferan los candidatos a intendente de Concepción del Uruguay

Concepción del Uruguay despierta ambiciones políticas en los ámbitos más diversos. Los candidatos ya no surgen desde los senos partidarios fuertes, o los espacios tradicionalmente militantes o ideológicos.
Ahora las candidaturas parecen despertar desde la autopercepción que muchos, hombres sobre todo, tienen sobre su propia capacidad para dirigir los destinos de una ciudad de casi 100.000 habitantes.
El año que viene habrá elecciones, y cualquiera se despierta a la mañana, se mira en el espejo, y ve un afiche. ¿Y por qué no?, sería la pregunta. ¿Acaso la política tradicional no ha sido la que nos ha llevado al punto en el que estamos hoy?.
Bajo ese concepto, no es raro encontrar hoy que muchos uruguayenses (demasiados), exteriorizan, sin ruborizarse, sus pretensiones para ser intendentes de la ciudad que pensaron Francisco Ramírez y Justo José de Urquiza.
La capacidad, los lineamientos ideológicos, el plan de gobierno, o el respaldo ciudadano no parecen ser un problema para quienes creen estar en condiciones de administrar los más de 4.000 millones de pesos que demanda mantener la ciudad en funcionamiento.
El semillero de las ambiciones es el propio gabinete municipal, desde donde secretarios, concejales, asesores y contratados, señalan al tercer piso y confirman que no hace falta militancia política, experiencia, ni compromiso partidario para ser intendente.
Como si eso no fuera suficiente, está a la vista que ni siquiera es necesario pertenecer al partido gobernante, ya que gran parte de la gente que rodea al hoy intendente Martín Oliva es extrapartidario, incluso, muchos que han militado, y militan en contra desde otros partidos, hoy son fuente de consulta del jefe comunal, o beneficiario de grandes aportes económicos para actividades de distinto tipo.
Con un panorama de estas características, un candidato bien podría surgir de un pub, de un festival folklórico, de un club, o de una próspera fábrica de adoquines. No importa si es médico, abogado, o tiene una gomería. Tampoco si tiene experiencia en administrar recursos propios, si ha sabido tomar riesgos, o ha vivido siempre a costa del Estado.

Cualquiera puede ser.
Y está bien que así sea. Porque esa es una de las bases de la democracia. Sin embargo, el deterioro de la política como herramienta de transformación, implica un riesgo serio para la participación ciudadana en las decisiones.
Lo que se puede observar hoy en el ambiente político de Concepción del Uruguay, es sólo un reflejo de lo que ya viene sucediendo en el país desde hace muchos años. El efecto cascada de la degradación de la política, ahora parece estar llegando a los territorios locales.
Hasta hace algunos años, para intentar ocupar algún cargo ejecutivo importante, por lo menos había que tener alguna experiencia previa que mostrar. Había que demostrar condiciones dentro de su propio partido primero, y al resto de la ciudadanía después.
Los candidatos habían sido gobernadores, intendentes, legisladores, o funcionarios importantes de algún gobierno desde donde se los podía evaluar. Hoy la única condición necesaria parece ser contar con el dinero suficiente para solventar una campaña.
Eso libera del compromiso con los votantes. Deja de ser necesario cumplir con las promesas de campaña porque las bases están desdibujadas. Y, finalmente, dejan de tener importancia las ideas del conjunto, y solo cuentan las aspiraciones personales y los beneficios del entorno.
Concepción del Uruguay no escapa a la aparición de este sentido de la oportunidad que anima a muchos a auto proclamarse candidatos ante exigencias cada vez más bajas.
La ventaja que tiene nuestra ciudad, como muchas que todavía conservan el sentido de pertenencia, la nostalgia de glorias pasadas, y expectativas por un futuro mejor, es que somos pocos y nos conocemos. Y por más buenas intenciones que tengan muchos autocandidatos, siempre está la esperanza de que impere el sentido común de la ciudadanía.