
Por Orlando César Busiello
El 4 de junio de 1943, el país se vio convulsionado por un nuevo golpe militar que derrocó al Presidente Ramón Castillo. El movimiento rebelde que alcanzó rápidamente su objetivo, tuvo en las horas posteriores al triunfo; planteos internos, dudas e indecisiones que motivaron la renuncia del designado Presidente; general Arturo Rawson, quien, no llegó a realizar el juramento de práctica siendo remplazado por el general Pedro P. Ramírez.
Los sublevados en su mayoría nacionalistas católicos, simpatizantes de las fuerzas totalitarias que combatían entonces en la vieja Europa, estuvo liderada por un grupo de coroneles y tenientes coroneles del Ejército asociados a la Logia conocida más tarde como el GOU (Grupo de Oficiales Unidos). Entre los que figuraban: Enrique P. González; Miguel A. Montes; Emilio Ramírez; Juan Domingo Perón; Aristóbulo Mittelbach; Urbano de la Vega; Domingo Mercante; Oscar Uriondo; y Tomás A. Duco; entre otros…
El coronel Perón, pese a ser una pieza importante dentro del GOU, no tuvo al principio un papel relevante en el gobierno de facto, aunque no es menos cierto que, siempre estuvo a tiro de los acontecimientos y de los entretelones del poder moviéndose con mesura, habilidad e inteligencia.
Se desempeñó entonces como secretario del ministro de Guerra; general Edelmiro Farrel. Sin duda, Perón fue un hombre de plena confianza del ministro, y esto le permitió dar pasos seguros sin mayor oposición dentro del gobierno.
Inició su camino logrando se lo designara a cargo de una repartición en apariencia poco apetecible; el Departamento Nacional de Trabajo que un mes después de su asunción y a su pedido adquirió el rango de Secretaría de Trabajo de la Nación.
En esta nueva función el coronel Perón comenzó a tejer su futuro, con una amalgama de relaciones y alianzas firmes y duraderas. Dedicaba extensas horas a su labor al frente de la Secretaría. Recibía a los obreros y sindicalistas, mantenía con ellos largas entrevistas escuchando sus demandas y buscando soluciones. Promovió entre otras cosas, la agremiación de los trabajadores y la fundación de sindicatos y lentamente se fue ganando su confianza.
Cuando a mediados de enero de 1944 se produjo el terremoto de San Juan, que destruyó gran parte de la ciudad dejando una enorme cantidad de muertos y heridos; el gobierno corrió en auxilio de los sanjuaninos, y la carismática figura del coronel Perón, se hizo aún más conocida por sus actitudes comprometidas y solidarias.
Producida la renuncia del general Pedro Pablo Ramírez el 24 de febrero de 1944, asumió la primera magistratura del país el general Edelmiro Julián Farrel llevando a su amigo al frente del estratégico Ministerio de Guerra, sin abandonar su anterior cargo. Esto le permitió a Juan Domingo Perón, cumplir con sus nuevas tareas como ministro pero a su vez no abandonar la Secretaría donde había comenzado a forjar su proyecto político.
En medio de aquellos sucesos que demandaban la atención de los argentinos, salpicados con las informaciones de la guerra que llegaban desde la lejana Europa; Concepción del Uruguay, continuaba su vida sin mayores sobresaltos, sin imaginar que pocos meses después, sería protagonista de un hecho inolvidable. Un acontecimiento compartido a lo largo y ancho del país a través de la cadena de Radiodifusión, y la presencia de los medios de prensa más prestigiosos de la Capital Federal y la región.
Todo empezó a fines del año 1942, cuando el suboficial principal (R) don Ángel M. Ávila , se entrevistó con el Escribano Wenceslao S. Gadea con el fin de interesarlo en la realización de una reunión de vecinos caracterizados de la ciudad. El objeto, donar una nueva Bandera de Guerra al 5º Batallón de Zapadores con asiento en la ciudad; pues, la existente databa del año 1907 y el paso de los años hacían cada vez más visible su deterioro y necesidad de remplazo.
Debemos señalar que el señor Ávila había intentado previamente sin suerte, entusiasmar algunas personas sobre el tema. No obstante, esto no hizo mella en su ánimo encontrando finalmente el interlocutor para la realización de este patriótico anhelo.
El escribano Gadea, persona reconocida por su quehacer comunitario había sido un hombre muy ligado al Tiro Federal, institución de la que fue uno de los socios fundadores y presidente, y por aquellos años se desempeñaba como Jefe de las Milicias y Presidente del Reservismo local.
De común acuerdo y dado lo avanzado del año, decidieron esperar la oportunidad para iniciar las acciones. Ésta se presentó el 20 de junio de 1943, en oportunidad de efectuarse el desfile del Día de la Bandera; Wenceslao Gadea tuvo la ocasión de observar en el palco oficial junto al coronel don Alberto Sabattini el paso de la Bandera de Guerra del 5º Batallón de Zapadores y, haciendo alusión al estado de la misma y a la inquietud del suboficial principal Ávila, encontró muy buena predisposición en el Jefe de la Agrupación Nº2 de Zapadores Pontoneros para poner manos a la obra.
Lo que siguió después, fue una importante y dinámica tarea tendiente a concientizar y sumar voluntades para la concreción de tan noble sentimiento de argentinidad.
La donación de la Bandera de Guerra al 5º Batallón de Zapadores con el esfuerzo pecuniario del pueblo de Concepción del Uruguay, tuvo la participación generosa de los uruguayenses sin distinciones de ninguna naturaleza.
Fue así que, se efectuó una invitación amplia a la comunidad en la primera quincena de julio de 1943, para una reunión a celebrarse el día domingo 18 de ese mes a las 11 hs en los salones del Centro Comercial y de Intereses Departamentales.
La asamblea de vecinos resultó exitosa, conformándose una Junta Ejecutiva presidida por el escribano, Wenceslao S. Gadea siendo acompañado por las siguientes personas: Lelia García de Marco; doctor Luis María Rodríguez; doctor Juan Lacava; señora Blanca Uncal de Martínez; señor Antonio E. Piccetti Moggia; señor Simón Luciano Plazaola; doctor Luis Grianta; señora América Nano de Denis; doctor Carlos F. Barbiero; señor Tomás A. Latorre; doctor T. Dante Devoto ; señor Cipriano López; señorita Clelia Argüello; doctor Antonio Berrondo y señor Ángel M. Ávila. Por su parte el Comisionado Municipal, don Ambrosio Artusi y el Jefe de Policía; teniente coronel (R) Carlos F. Albarracín fueron designados Presidentes honorarios.
Además de esta Junta Directiva fueron creadas distintas subcomisiones a saber: a) Confección de la Bandera; b) Confección de cofre y asta; c) Prensa y propaganda; d) De Hacienda.
El trabajo de confección fue encargado a la Sastrería Militar; el cofre estuvo a cargo del tallista y ebanista F.J. Giusani y las astas; moharras y regatón para las astas fueron elaborados por los señores Francisco Eyeralde y Pablo Stella, vecinos de Concepción del Uruguay sin cargo alguno para la Comisión Pro-bandera.
En los últimos meses del año 1943, debido al retiro voluntario del Coronel Alberto Sabattini, fue reemplazado al frente de la Dirección de la Escuela de Zapadores por el teniente coronel; Federico T. Romero.
El nuevo funcionario fue convenientemente informado por la Junta Ejecutiva, sobre los avances realizados obteniendo el total apoyo del Director de la Escuela de Zapadores, quien además, efectuó una insinuación a la delegación que lo visitaba, expresándole el deseo de que el pueblo de Concepción del Uruguay donara una segunda Bandera de Guerra. La razón de esta solicitud se fundaba en la creación en 1944 del Batallón de Zapadores Escuela, y por ser una unidad nueva nacida en nuestra ciudad carecía de tan preciado emblema nacional.
Como es de imaginar el esfuerzo no era menor. No obstante, la Junta Ejecutiva aceptó la propuesta y decidió la confección de una segunda Bandera de Guerra, con destino al Batallón de Zapadores Escuela. La misma se realizó también en la Sastrería Militar que la envió con su correspondiente corbata, tahalí y asta. Mientras que el señor Giusani, fue el responsable también de este segundo cofre.
Una vez finalizados los trabajos, comenzó a barajarse la fecha de la solemne ceremonia de donación de los símbolos patrios. Por distintas razones fueron desestimadas algunas propuestas, disponiéndose finalmente el día 25 de junio de 1944 para la realización de tan singular acontecimiento.
Se argumentó entonces que la elección de dicha fecha facilitaba la presencia del Presidente Edelmiro Farrel y de su Ministro de Guerra; Juan D. Perón. Además se hizo coincidir la misma con el juramento a la bandera de los conscriptos de la clase incorporada. Curiosamente la data elegida es coincidente con la fundación de la ciudad por don Tomas de Rocamora en 1783.
Los señores; Wenceslao Gadea, Antonio Piccetti Moggia y Luis B. Calderón; este último residente en Capital Federal y Presidente del Centro Entrerriano General Urquiza, fueron los encargados de entregar en manos propias las invitaciones a las autoridades nacionales; muy especialmente al Presidente de la Nación y al Ministro de Guerra quienes aceptaron gustosos, comprometiendo su presencia.
En los primeros días de junio de 1944, el entonces Comisionado Municipal, Presbítero Andrés Zaninetti convocó a las autoridades provinciales y nacionales de la ciudad, a los directivos de los establecimientos educacionales. A la Comisión Pro-donación de las banderas de Guerra; a los representantes de la banca, comercio, industria, prensa, sociedades y centros de la comunidad, con el fin de conformar una Comisión que tendría la responsabilidad de planificar y llevar a cabo los actos de recepción y agasajos.
El llamado tuvo eco favorable realizándose una importante reunión de donde surgió una Junta Ejecutiva compuesta por: Presbítero Andrés Zaninetti; Jefe de Policía, Alberto A, Montiel (Luego Rodolfo Solanas Pacheco) ; Juez Federal, Doctor Abelardo J. Montiel; Presidente de la Comisión Pro-Banderas , Escribano Wenceslao Gadea; Juez en los Civil y Comercial, Doctor Carlos M. Bonnnin; Mayor (S.R.) José Belbey y los respectivos Presidentes de las Subcomisiones de: Recepción; Alojamiento; Banquete Oficial; Banquete Popular; Movilidad; Propaganda; Reservistas; Peticiones.
Tanto la Junta Ejecutiva como las Subcomisiones trabajaron arduamente desplegando todo su empeño en la tarea encomendada. El efecto fue tal que, puede decirse que la comunidad uruguayense se vio contagiada por este accionar, contribuyendo y sumándose en la medida de sus posibilidades a tan grato acontecimiento.
Finalmente el sábado 24 de junio, una multitud se apiñó en el puerto a la espera de los distinguidos visitantes. Tal concentración pocas veces vista, llamó la atención de los observadores memoriosos que no recordaban haber sido testigos de una manifestación popular de esas características, máxime si se tenía en cuenta que las autoridades nacionales que arribaban integraban un gobierno “de facto” con muy pocos meses en el poder.
Sin embargo en ese corto lapso de tiempo, las nuevas autoridades nacionales encabezadas por el general Farrel, y muy particularmente por el Ministro de Guerra y también Secretario de Trabajo y Previsión; coronel Perón, habían producido hechos concretos en el campo social que despertaron genuinas simpatías en las masas populares. Por tal motivo no fue para nada extraña la adhesión de la gente, aunque, no es menos cierto que la cantidad y la efusiva manifestación de admiración a los recién llegados no dejó de llamar la atención.
El diario LA CALLE señalaba al respecto: “Desde mucho antes de la hora señalada para la entrada al puerto local del ‘Ciudad de Buenos Aires’ , barco a cuyo bordo viajó desde la Capital federal el Presidente de la república, general Edelmiro J. Farrell, los ministros de Guerra, coronel Juan Domingo Perón; de marina contralmirante Alberto Tessaire, de Justicia e Instrucción Pública, doctor Alberto Baldrich y Hacienda , doctor César Ameghino, además de una selecta comitiva, las adyacencias del desembarcadero se hallaban totalmente atestados de público que se volcó hacia ese lugar para saludar a los viajeros.
Tropas del ejército y policiales formaban largos cordones, mientras el alumnado de todos los establecimientos escolares, alineados en correcta formación ofrecían un espectáculo realmente magnífico”.
Como podemos apreciar el general Farrel llegaba a Concepción del Uruguay con buena parte de su gabinete, y si bien, todos cumplían un papel importante dentro del gobierno, no hay dudas de que además del Presidente quien acaparaba la atención de la multitud era la figura del Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión, coronel Perón.