Se cumplió ayer un año de la muerte de Aldo Neri. El 1 de octubre de 2023 lo despedí en esta hoja -tras una breve semblanza de su vida y de su obra- diciendo que “fue un adelantado a su tiempo. Veía más lejos y mejor, con más claridad y lucidez que la media de los dirigentes políticos argentinos. Supo aplicar como pocos el consejo de Carlos Matus, el gran teórico chileno de la planificación estratégica: “tecnificar la política y politizar la técnica”.
Era un profundo conocedor de las implicancias teóricas de las políticas de salud pública y de las políticas sociales en general y a la vez era un político consciente de las limitaciones que a veces impone la realidad, que hay que ir destrabando con paciencia, conocimiento, y voluntad política”. Y sostuve en ese momento que “el mejor homenaje a su memoria será trabajar denodadamente para hacer realidad sus ideas. Por eso el primer paso es conocerlas”.
Vayamos pues, a refrescar sus ideas. En 1982 Aldo Neri publicó un libro titulado “Salud y política social”. En esa obra aborda entre otros temas la cuestión de la política universitaria, y en una parte del capítulo sobre el papel de la universidad se refiere a la necesidad de “la nueva reforma”. Son conceptos que parecen especialmente interesantes (y vigentes) para quienes nos reconocemos como reformistas, a más de 40 años de la recuperación de las instituciones de la democracia.
Recordemos que Aldo Neri escribió esto en 1982, y reflexionemos acerca de si podemos o no decirlo hoy sin quedar desactualizados: “Para remontar la caída actual, los principios fundamentales que dieron sentido histórico a la reforma del 18 siguen constituyendo referencia irremplazable. La libertad académica con su consecuencia educativa sobre el espíritu crítico, la quiebra de todo elitismo social y económico, la participación de los distintos sectores interesados directamente en la vida universitaria, valen tanto hoy como hace sesenta años en su condición de ideas fuerza. Sólo que el riesgo de las grandes ideas es la rigidez a las que las condena, a veces, el manejo rutinario de su doctrina, así como la falta de actualización en los modos de implementarla. Es la distancia que va de la idea fecunda al slogan simplista”.
Una nueva y necesaria reforma
Hasta acá, supongo que a nadie le hará demasiado ruido, al menos dentro del campo reformista. Pero sigamos: “Algo de eso es lo que ha venido aconteciendo con el tema de la autonomía universitaria, por ejemplo. Una cosa es la condición necesaria de libertad intelectual, elección de sus propias autoridades y personal docente y no docente, manejo flexible del presupuesto, y programación independiente de los currícula, líneas de investigación y actividades de servicio; y otra cosa muy distinta es que ello suceda en una isla soberana, no insertada en una planificación nacional que acote tales desarrollos a las necesidades y posibilidades sociales… Un progresismo desactualizado deviene en una variedad nueva del conservadurismo, y esto es lo acontecido con parte del pensamiento reformista de las últimas décadas. Muchos no se animan a cambiar porque hacerlo pone en riesgo de resultar impopular, y es más fácil quedarse en las propuestas que sólo espantan a los más reaccionarios, adversarios en todo caso inmodificables de cualquier progreso viejo o nuevo. En la resolución madura de este dilema se encierra uno de los desafíos fundamentales que nos impone el problema universitario argentino”.
Es obvio que entre 1982 y 2024 pasaron muchas cosas, y este debate se da hoy en el contexto de un gobierno nacional que claramente no es reformista, y que parece tener a la universidad pública como uno de los exponentes de la decadencia argentina. Quizás precisamente por eso haga más falta que nunca “una nueva reforma”, que con autocrítica y espíritu innovador – como el que tuvieron los jóvenes estudiantes de 1918 – nos acerque a las ideas fecundas y nos aleje de los slogans inconducentes o de las justificaciones de lo indefendible que terminan siendo funcionales a los planteos de los sectores más reaccionarios.
Un desafío a la política
Sigamos con algunas ideas tomadas de otro libro, “La cuestión social, un desafío a la política”, de 2014. Por razones de espacio me limito a seleccionar dos propuestas, que involucran cuestiones candentes que esperan soluciones adecuadas, la legislación laboral y la reforma de la seguridad social. Sobre la primera nos dice Aldo Neri “hay que liberarse del temor a ser estigmatizado como neoliberal y encarar algunas reformas necesarias en la legislación laboral. Ni desregulaciones que regresen al atropello de los derechos del trabajo ni corsés legales asfixiantes, principalmente para las pequeñas y medianas empresas… Flexibilizar no es necesariamente mala palabra, depende de los objetivos que la inspiran y los campos y modos de implementación. Un cierto grado de flexibilización puede ser también más redistributivo y más eficiente. Si no, lo impone brutalmente el mercado, en detrimento de los más débiles”. Y sobre la segunda nos señala que “un avance importante en la cadena será la incorporación progresiva de un ingreso básico de ciudadanía, cuyo fundamental primer paso implica una reforma sustancial de la seguridad social, universalizando un ingreso al niño y a los mayores en edad jubilatoria, igualitario e independiente de la condición laboral de las personas; así como un tratamiento de la desocupación que integre subsidio, capacitación y trabajo, permitiendo achicar paulatinamente los programas de asistencia social focalizados, que generan dependencia, clientelismo y discriminación.”
Estos puntos están incluidos, junto a otros (reforma tributaria, rediseño del sistema de coparticipación federal, obras públicas, seguro de salud, reforma educativa, etc.), en una sección denominada sugestivamente “Para un borrador de futuro”. Necesitamos imperiosamente un debate político más elevado, más maduro, menos infantil, para ir construyendo acuerdos en torno al diseño de ese “borrador de futuro” que permita construir un país mejor, una sociedad más democrática y más próspera, en la que todos podamos ejercer efectivamente la libertad, en condiciones de igualdad y fraternidad. Las ideas de Aldo Neri siguen siendo un insumo valiosísimo para alimentar ese debate impostergable.
(*) Arquitecto Especialista en Planificación Urbano Territorial, integra la Cátedra de Planificación Urbanística de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCU.