Por Carlos Heller
Desde el pico de marzo (4,8%) la inflación mensual ha seguido una tendencia decreciente, aunque con cierto vaivén. Es un proceso que debe ser consolidado. De hecho, el último dato del IPC (septiembre) registró un incremento mensual del 3,5%, un punto porcentual más que el valor de agosto. El ministro de Economía, Martín Guzmán, que había anticipado que habría un valor más alto en septiembre, proyecta que la inflación se reducirá de manera interanual a partir de este mes, puesto que se buscará “administrar el conflicto distributivo que es natural en un proceso de estas características, de una forma que asegure que el salario real crezca”.
Por ello, en la semana el gobierno firmó un acuerdo con empresarios para el mantenimiento del precio de más de 1.247 productos de consumo masivo (que incluyen productos de Precios Cuidados) por 90 días, a valores del primero de octubre.
El nuevo secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, señaló su intención de “proponer un acuerdo social de responsabilidad Estado-empresarios” y expresó que lo que hay que lograr es que los empresarios “ganen por cantidad”, nadie pretende que pierdan.
Los precios en Argentina no aumentan por los controles. De hecho, cuando durante el macrismo se llevó adelante un esquema de desregulación, la inflación no hizo más que incrementarse. Hoy los precios aumentan en gran medida por la puja distributiva. Es el foco de mayor complejidad que el gobierno está tratando de encauzar de una manera virtuosa.
Estoy de acuerdo con la idea de que más que ganar por “unidad”, los empresarios debieran aspirar a ganar por “cantidad”. Ello significa que hay que ganar sobre la base del crecimiento. Las grandes empresas que aspiran a vivir del mercado interno deben preocuparse porque haya demanda para sus productos, más que buscar facilidades para el despido.
La condición necesaria para que haya mayor demanda es que exista un mercado solvente, y eso está en sintonía con el objetivo del gobierno de que haya empleo suficiente y salarios que alcancen para comprar más productos y que le empiecen a ganar a la inflación. De allí que en el proyecto de Presupuesto 2022 se establece que los salarios aumentarían 4% en términos reales. De esto se habla cuando se alude a un modelo virtuoso. El otro, el antagónico, es el del Estado “canchero”, el de los salarios bajos y el de las exportaciones primarias con escaso valor agregado.