OPINIÓN. Ombliguismo

Charles Chaplin, “El gran dictador” (1940).
Por Juan Martín Garay (*)

En este cambio de época, en esta nueva Argentina, para que el Justicialismo como “filosofía de la vida” pueda seguir vigente y no caer en el ostracismo, o peor aún en el recuerdo o la nostalgia, más que nunca necesitamos que nos volvamos a expresar a través de un proyecto donde propongamos realizar los valores individuales y sociales representando esperanza en la gente y que ésta nos crea.

El escenario es complejo y estamos complicados, porque ante una ciudadanía marcadamente vaciada de política y una política largamente vaciada de sociedad civil, hay un divorcio que dificulta cualquier posibilidad de construcción colectiva. ¿Se puede revertir? Sí. Pero no olvidemos que pasamos del ¡que se vayan todos! a una desconfianza que se profundiza con confrontación, resentimiento y frustración. Todo ello es lo que por estas horas sintetiza el enojo de la gente culpa de cierta dirigencia que no estuvo a la altura de las circunstancias.

Consolidar

Está claro qué con 41 años de democracia ininterrumpida sobre la espalda debemos aspirar a consolidar un sistema que aún adolece de buenas instituciones. Éstas deberán reconstruirse entre todos los actores sociales, lo que implica reorganizar la comunidad. Para eso tenemos que saber organizar la vida pública de un Estado que necesita de un sistema de normas que todos respetan por igual, con fuertes mecanismos para hacerlas cumplir, además.

Tener buenas instituciones implica una buena calidad democrática. Esto empieza por los municipios, puesto que es el lugar por excelencia donde se ejercita y concreta la democracia de manera directa y en forma práctica. Así, no olvidemos que además de los Departamentos Ejecutivos están a los Concejos Deliberantes como cuerpos colegiados mediante los cuales los representantes del pueblo deliberan. De esta manera, pueblo y gobierno van indefectiblemente unidos en una suerte de visión de ciudad que necesita una marcada cercanía que permita hacer accesibles los cambios demandados por la gente. Los dichos son una cosa, pero los hechos son otra también.

La “calidad” de la democracia en los gobiernos locales implica pensar en poder alcanzar un máximo de equilibrio y plantearse objetivos siempre superadores para el conjunto. ¿Para qué? Sencillamente para poder vivir mejor. Por eso es sumamente necesario en este tiempo construir cercanía, “achicar” la distancia en una comunidad donde conviven lo que se anhela como ideal con lo que en realidad se puede realizar. La participación concreta necesita de una interacción social y política, como ejercicio para poder recuperar la confianza que permita soñar de manera utópica con el tan anhelado bienestar general de manera complementaria y armónica de la comunidad.

Participación

La participación ciudadana tiene dos caras, una la que se puede promover desde el gobierno y otra la que la gente ejercita. El trato recíproco que debe existir entre el “funcionariado” y los ciudadanos es muy importante para no caer en la falta de sensibilidad social de un escritorio sin tener en cuenta el contexto territorial. La participación debe ser de ambos y mutua.

Será importante, a la hora de avanzar en una reorganización de la comunidad, ver cómo consolidar una permanente cooperación y articulación con la ciudadanía, lo que permitirá conformar un equipo real de trabajo mancomunado, volviendo así a recrear los vínculos de confianza tan necesarios. La confianza, bien sabemos, “no se compra en un bazar”, por eso ella es necesaria desde la forma que sea acorde al tiempo que se vive, para así permitirnos aceptar nuestras propias debilidades, además de nuestras fortalezas para potenciarlas en favor del conjunto.

La gente demanda, está atenta, controla, hace seguimiento, pues no quiere otra cosa más que los problemas se resuelvan para tener un mejor bienestar. Para eso hay que allanar el camino, preparar el terreno para que la propia ciudadanía se sienta parte de un proceso que la tenga como protagonista real del tiempo que viene, que es presente. A mayor confianza, mayor legitimidad de ejercicio tendrá un gobierno. La legitimidad de origen la otorga el voto en las urnas. A ambas hay que ganárselas.

Debemos fomentar más que nunca hoy por hoy el diálogo como forma de encuentro, aspirar a consolidar una democracia fundada en los valores de la verdad, la justicia y la solidaridad, algo que permita que todos puedan realizarse en una comunidad que se realiza al cuidado de los otros, cuidándose a sí mismos, trabajando juntos, viviendo mejor, con inclusión verdadera y desarrollo humano genuino.

Nos necesitamos

Por eso los municipios son muy importantes en todo este desaguisado, porque constituyen la instancia de poder formal y material más cercana a la gente, a los ciudadanos. Es la primera barrera, el primer timbre, la primera puerta a los problemas de la gente. A menudo un municipio es quien menos capacidad de solución tiene para ofrecer a sus ciudadanos. Pero es quien tiene por sí mismo el mayor potencial para actuar y articular con las instituciones públicas y de la comunidad, con la necesidad de la gente, aún con falta de recursos. Haciéndose muchas veces cargo de lo que el estado -nacional o provincial- no se ocupan, mirando para otro lado o haciéndose los distraídos. No sólo ahora, “ayer y antes de ayer” también.

Todos nos necesitamos, nadie sobra y todos hacemos falta. Sólo es cuestión de querer ser mejores en función de la gente. Para eso también necesitamos de un “funcionariado” con un oído en el pueblo y otro en el escritorio, no sólo en un lado de ambos como si se fuera un empleado jerárquico estatal, sino en ambos al mismo tiempo. Gestionando comprometidamente, a veces para decir que sí se puede hacer algo, a veces para decir que no se puede, pero siempre escuchando y con la verdad de frente, sin generar falsas expectativas que luego como un “boomerang” se vuelve en contra, generando rechazo y mayor distancia con la gente.

Una cosa más, el “funcionariado” deberá ser lo más profesional y comprometido posible cada vez más, no hay margen para el “amateurismo” decadente. Porque sencillamente la gente ya no lo soporta y se da cuenta a primera vista. Si lo nuestro es la gente, entonces pensemos verdaderamente en lo que realmente nos debe importar. Basta de “ombliguismo”. Sólo somos una circunstancia.

(*) Abogado. Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente del Bloque Concejales PJ 2023-2027. Apoderado del Consejo Departamental PJ Uruguay. Secretario de Gobierno 2019-2023. Concejal 2015-2019. Presidente del Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.