Opinión: Las oportunidades económicas de la pandemia

Es una coincidencia generalizada que el impacto económico de la pandemia será altísimo. No sólo por el efecto en sí de la extensa cuarentena, sino también por el arrastre de recesión y baja del PBI ya prevista para 2020, antes de que comience. Esto tiene y tendrá efectos directos sobre la economía doméstica, rememorando conocidas épocas de restricciones e incertidumbre.
Por consiguiente, la política económica 2020/2021 demandará varias acciones de intervención, ya sea para el no incremento de precios de referencia: combustibles, servicios públicos, salarios; como así también para estimular el consumo: ahora 12, procrear, plan turismo. Esta conjunción dará por resultado, entre otras cuestiones, una pérdida de referencia del valor de los productos y servicios (no saber qué es caro o barato). Ejemplo de ello que en términos de dólares hay productos cuyo valor actual es menor que otras economías, y esto se extenderá por un tiempo.
La respuesta de los agentes económicos a esta realidad será la de priorizar hacerse de los bienes versus el ahorro y el consiguiente demérito a la inversión, basándose en la necesidad de resultados rápidos de subsistencia y la capacidad productiva instalada en existencia. Esto movilizará una parte de la economía a fines de 2020 y en 2021, la que haya resistido en los meses previos.
La sensación de salida del pozo será real, pero desde muy abajo (-10/-12 PBI 2020 – FMI), con dosis de esperanza que apenas alcanzarán en 2021a un tercio de la caída del presente año. En resumen, una transición difícil, con personas marginadas, comerciantes y empresarios con un lastre de deudas, stock añejado y capital de trabajo exiguo; consumidores austeros, selectivos y escasos; y un Estado con prioridades interminables y frentes diversos: de aquellos urgentes, y de los importantes. Será al mismo tiempo un espacio de oportunidades, las cuales podrán ser cosméticas, con efectos veloces y efímeros, u otras profundas, quirúrgicas, de fondo:
– Los consumidores cambiarán sus hábitos de consumo basados en mayor información y diversidad de oferta. Se consolidará la posición de los compradores
como evaluadores de la calidad de los servicios y/o productos recibidos, con puntuaciones o valoraciones lapidarias para quienes quiebren la confianza con
habitualidad. Esto no sólo será para el comercio electrónico, no exclusivo para la electrónica, sino también para un corralón de materiales, una modista o un restaurante. Como consumidores deberemos y podremos exigir detalle de las propuestas, comparación con opciones, respaldo y garantía de las prestaciones, y precio acorde. Al mismo tiempo ser leales con quienes apuestan a darnos valor.
– Los comerciantes y empresarios se sentirán inevitablemente transformados ante la necesidad de resurgimiento. No es ambicioso ni “marketinero” el concepto de repensar el negocio: la amplitud del rubro, de los canales de venta, la dimensión de la estructura: locales, empleados, distribución, y el uso de la tecnología como pilar para conocer mejor el comportamiento de los clientes, sus expectativas y preferencias, como así también para incrementar la eficiencia operativa.
– El Estado, los argentinos, también tenemos una gran oportunidad en este “reseteo” mundial, tal vez inclusive teniendo dos equipos: el que juegue el día a día, con una realidad intensa de problemas diversos, y otro que piense y ejecute el futuro. Ambos son imprescindibles. El primer equipo, el de “la urgencia”, con medidas efectistas, equilibradas por sector y veloces: comida, vivienda, reinserción social y laboral, salud, deserción escolar, entre otros. El segundo equipo, e insisto, también inevitable y angustiante, se trata del equipo de “la esperanza”. En él se deben centralizar los esfuerzos el desarrollo de los motores estratégicos del país: la educación aliada con la economía del conocimiento, la salud asociada a la biotecnología, la descentralización vinculada a la explotación planificada de energía renovables, y a la alta tecnología en alimentos.
En el medio de todo está el factor humano, motor de desencuentros y mezquindades. Al mismo tiempo, factor clave en todos los éxitos, antiguos y recientes. Es el elemento más esperanzador con el cual cuenta la economía, la sociedad.
Por Fabián Terlecki,
Contador Público Nacional