Opinión… La política

Por Dr Gerardo Javier Robín (*)

Durante siglos, se han otorgados distintos significados a esta palabra,  intentos que no se debieron a la realización  de esfuerzos científicos o intelectuales, sino, más bien, a la idea que se ha ido teniendo a lo largo de todos los tiempos durante los que se fueron dando y exteriorizando cierta clase de acciones que se dirigían o pretendían asegurar, conservar y mejorar la coexistencia, ya sea de un grupo, sector o comunidad, estando, en la actualidad, relacionada con las actividades desempeñadas por los funcionarios en el ejercicio de su rol gubernamental. La cual, sin demasiadas objeciones, se podría extender a las acciones desplegadas por el resto de los dirigentes de los partidos políticos, y, sin lugar a dudas, no suelen ser contadas las personas que, sin resistir la tentación, identifican y/o señalan a la política como sinónimo de  prácticas contrarias a le ley, reñidas con la moral y las buenas costumbres.

Es más, suelen ser incontables los ejemplos de personas que directamente emparentan a la política y los políticos como una mala palabra huyendo e incluso avergonzándose de todo lo que tenga que ver con aquella actividad y sin darse cuenta la ensayan, la ejecutan y la llevan a cabo todo los días de su vida, pues cada vez que piensan y ejecutan actos pensados para el bien de los demás están haciendo precisamente eso de que tanto se avergüenzan, pues se hace política en la familia, con los amigos, en un club, en su lugar de trabajo, en una institución educativa etc., y aquellos que tienen el mandato constitucional de conducir la población tienen el deber de hacerla, vale decir de idear, proyectar y ejecutar actos y servicios destinados al bien de todos.

Por eso queridos lectores, estoy convencido que el desarrollo de todos los pueblos pasa no solo por la habilidad de sus dirigentes sino también de la capacidad de los habitantes de poder desentrañar cual de esos actos pueden catalogarse como políticos y cuales por el contrario son solo maniobras tendientes a alcanzar, mantener o incrementar el poder, para lo cual necesitamos imperiosamente despojarnos de todo fanatismo que hasta hoy no ha hecho más que dividirnos y fomentar odio y desidia que vienen alcanzando una dimensión preocupante a tal punto de cegarnos y creer que la ideología que cada uno profesa es la única y absoluta verdad habilitándonos a desacreditar y atacar a los que pertenecen a otra facción.

Aunque algunos puedan catalogar este pensamiento de romántico o utópico,  creo que es el punto de partida para lograr el verdadero desarrollo de una nación, es decir que de una vez por toda sepamos mirar a nuestros dirigentes como verdadero pueblo amo o soberano, reconociendo sus aciertos y criticando sus desviaciones en un marco de absoluto respeto institucional para poder lograr la paz y desarrollo social que tanto anhelamos. De ahí que a nuestros políticos solo le debemos exigir que hagan Política.

(*) Abogado MT 4469 folio 122 Tomo I, Jefe del departamento jurídico de la municipalidad de concepción del uruguay