En tiempos de “reivindicación libertaria”, Juan Bautista Alberdi pasó a ser un recurrente personaje histórico. Ahora bien, vale reconocer que él ha sido, sin dudas, un gran artífice y partícipe en la unidad de derecho de nuestra Nación que el Capitán General Don Justo José de Urquiza hizo posible. Si analizamos con espíritu federal, bajo una mirada con perspectiva histórica desde “la Entre Ríos que Urquiza soñó” hasta la Nación que él mismo organizó, las diferentes acepciones que ha tenido la locución “gobernar”, a lo largo de nuestra historia, lo colocan a Alberdi en ser uno de los primeros a quien su pensar atrajo tal vocablo.
Gobernar era…
Para Alberdi, gobernar era poblar, entendiendo que fundamentalmente eso traía consigo un abanico de incentivos para educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontánea y rápidamente al ciudadano, aquello con lo que podía un hombre ser libre, “por la simple presión natural que ejerce su libertad, tan desenvuelta y fuerte que es la ley del país, sin que nadie piense allí que puede ser de otro modo”.
En Alberdi, gobernar fue poblar puesto que su intención estaba marcada por la necesidad de “instruir, educar, moralizar, enriquecer, civilizar, fortalecer y afirmar la libertad del país, dándole la inteligencia y la costumbre de su propio gobierno y los medios de ejercerlo”. Para producir esos resultados gobernar debía ser “el arte de poblar muy bien”; puntualmente en consideraciones de economía política de aquel entonces, que entendía la población como instrumento de riqueza y elemento de prosperidad.
Libertad es poder, afirma Alberdi, es fuerza, capacidad de hacer o no lo que nuestra voluntad desea. “Como la fuerza y el poder humano residen en la capacidad inteligente y moral del hombre más que en su capacidad material o animal, no hay más medio de extender y propagar la libertad, que generalizar y extender las condiciones de la libertad, que son la educación, la industria, la riqueza, la capacidad, en fin, en que consiste la fuerza que se llama libertad”.
El hoy…
Hoy por hoy, nuestra actualidad está marcada por un país constitucionalmente conformado. Pero que por muy variados motivos históricos la sociedad se ha encontrado con una situación tal que la primacía de lo económico, sin un marco de referencia a lo social y al bien común, ha puesto coto a las diferentes manifestaciones del pensar ideológico. Llevando a una marcada inexistencia, o bien a una mínima ubicación espacial, el debate político e intelectual, valedero y sincero, tan necesario para analizar y combatir esta misma realidad. Dejando este proceso como consecuencia una gran realidad insoslayable, una gran deuda, la deuda social.
Las malas decisiones en materia de la conducción de la economía del país, durante ciertos períodos de decadencia institucional, hicieron estragos con recetas económicas que generaron una gran masa que fue creciendo día a día, la de los marginados. El problema pasó a ser más grave aún, puesto que antes se hablaba de altos índices de pobreza que escandalizaban, hoy se habla de la pobreza extrema y los elevados indicadores de marginación. Las consecuencias se siguen midiendo en millones de hogares por debajo de la línea de pobreza, con una indigna sensación de humillación, confusión y desconfianza.
Este no es un problema solamente estadístico. Sino ante todo humano. La falta de compromiso solidario y de un diálogo permanente, propio de la vida en sociedad, ha hecho que los marginados sean contados de a cientos de miles. Este compromiso aludido lo es faltante, no solo en la dirigencia en su conjunto sino también en la ciudadanía toda.
El hecho que nos acostumbremos a vivir en una sociedad a la que le falte equidad social, y en donde los excluidos sean una constante, es una gravísima falta moral que no nos podemos permitir. Eso es lisa y llanamente atentar contra la dignidad del ser humano, poniendo también en compromiso la necesaria armonía y la anhelada paz social. Por esto debemos acordar entre todos que la deuda social no sea dejada a un lado, no debemos postergarla, debe ser una primacía en el quehacer diario de nuestro accionar, y más que nada de aquellos quienes tienen responsabilidad directa para generar mejores condiciones para el desarrollo humano.
Gobernar es…
Como vimos, Alberdi propugnaba en su tiempo, “gobernar, es poblar”; luego, promediando el siglo XX y con las conquistas sociales a la postre se expresaba que “gobernar, es traer felicidad al pueblo”. Inmediatamente de la crisis iniciada por la Revolución Libertadora, y a través de un proceso sumamente perjudicial a los intereses nacionales, muchas cuestiones intensamente importantes como lo son la cultura y el trabajo se fueron perdiendo periódicamente. La Revolución Argentina, luego de caída ésta, deja una situación social altamente preocupante. En ese momento se llega a la necesidad de afirmar que “gobernar, es crear trabajo”.
Más acá en el tiempo, y con esta situación social escandalosa, podemos afirmar que para bien de todos, gobernar no ha de ser solo “crear trabajo” sino que además debe ser “incluir”. Tenemos problema con raíces estructurales que tienen mucho que ver con una Argentina que se representa como un país con un enorme potencial de recursos naturales y humanos, pero con grandes sectores sufriendo la marginación social.
Lo nuestro es la gente, tanto los que están dentro del sistema como aquellos que no lo están, pues el accidente del nacimiento no puede ser factor determinante de una condición de vida. Por eso, gobernar también es incluir.
(*) Abogado. Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente del Bloque Concejales PJ 2023-2027. Apoderado del Consejo Departamental PJ Uruguay. Secretario de Gobierno 2019-2023. Concejal 2015-2019. Presidente del Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.