Opinión: A la hora de los balances, falta el balance

Por Sergio Ghe

Lo mismo que levantar la basura, ahora la comuna te da felicidad. Y si no te gusta Santaolla, te traemos a Soledad Pastorutti (si no llueve) y a Abel Pintos. Si preferís más el cachengue, Los Palmeras son lo más. Y sino, lo lamento, no hay devolución y te quedás ahí triste y deprimido. Los millones que se gastan -sí millones- salen directamente de tus bolsillos hacia los de músicos, por muchos de los cuales sentimos sincera devoción, y nos encanta que hagan su agosto después de dos años sin conciertos. Pero habrá que reconocer que sus catchés no están acordes con la deprimida situación de la mayoría de los vecinos. “Abel Pintos se paga solo”, te dicen, sí claro, él recauda (siempre y cuando el tiempo acompañe). Ahora, sobre “el negocio” de contratar a los otros artistas habrá que esperar hasta que se publiquen los balances de la fiesta, como pasó con Bajofondo o Jairo. Ah, ¿qué no hubo rendición de números? Pero sí yo vi el decreto del pago por 6.920.340 de pesos… Salvo que esos números se hayan filtrado. No, pero debe ser que no han tenido tiempo, este lunes se cumple una semana del cierre de la Fiesta, seguro que convocan a una conferencia de prensa y entregan una copia del balance. Sería una buena ocasión para que se siente a la mesa también el vice que se quejó porque la última vez no le llegó la invitación a tiempo. Todos unidos venceremos, sonriamos, hundamos la panza y mostremos una regia foto. La transparencia está en el ADN del Modelo Concepción del Uruguay.Es un buen momento, arreglamos con el FMI y estamos creciendo. Hay que seguir pegándole a Macri y posponer la interna para después, digamos, hasta el jueves o viernes. Cancelemos por 48hs las broncas, hagamos como los músicos que nos visitaron que cantaban felices bajo el agua (hasta la tercera canción y clink caja). Maravillosos los artistas, qué talento, qué facilidad para cobrar al contado y por adelantado a la Municipalidad lo que la mayoría de ellos no recaudaría jamás vendiendo tickets por su cuenta. Hey, basta de ser mala onda, salimos por televisión. Todo el país vio cómo valoramos a nuestros laureados músicos. Y lo hicimos con fondos salidos de presupuestos pobres de toda pobreza y los apoyamos con presencia de público que si las estadísticas no mienten son en un 50% también pobres. Es loable, épico. Y nadie nos obligó, es lo que votamos.

Para matar las penas
La verdad, es que si se piensa un poquito habría que hacer números finos y ver qué tan bueno es para el conjunto de la ciudadanía hacer estos festivales en semejante contexto pandémico. Claro, el sector turístico y el gastronómico estuvieron planchados casi dos años.
Lo mismo la cultura y sus hacedores, pero ¿nadie ve los datos que exhibe la industria entrerriana? Más del 12% de ausentismo en la primera semana de enero. Lo que equivale a más costos por contratos de reemplazo, problemas para cumplir las entregas, faltante de mercaderías, etc. ¿Acaso nadie nota lo vacías que están las góndolas de los supermercados? Y eso que no empezaron las clases, ni las pretemporadas deportivas, ni el frío. Sí, Ómicron es una variante muy contagiosa pero no tan letal, estamos de acuerdo. Pero algunos andan con unas ganas bárbaras de crear la variante argenta, abrazados y sin barbijos, saltando, coreando los estribillos y tomando del mismo vaso. Los números son abstracciones, no da para ponerse demasiado riguroso. Los eventos movilizan millones, pero ¿todos ganan? En este mismo diario leímos sobre ese motoencuentro en Dakota del Sur que hace unos meses recaudó 800 millones de dólares, pero que derivó en 12.000 millones de gastos para atender los contagiados de coronavirus. Sí, pero en Estados Unidos no se quieren vacunar, acá estamos súper inmunizados contra el covid, aunque no tanto contra la malas administraciones.A falta de pan, el circo siempre es una alternativa efectiva. Esto es así dado que en un salto hacia adelante algunos dirigentes han decidido ponerse al frente de una política pública innovadora que podría sintetizarse en aquella atribuida a grandes estadistas visionarios: si hay miseria que no se note.