Señor director:
Los paseos de fines de semana, en familia y por lugares tradicionales de la ciudad, pueden llegar a ser muy productivos para conocer un poco de la historia de la ciudad; esa que no quedó escrita en ningún libro o que tiene pocos registros periodísticos.
Hablar con una persona menor de cuarenta años y contarle que hubo una época en que la banda del Ejército Nacional alegraba jornadas en plaza Ramírez, puede ser muy novedoso para el receptor de la historia e interesante a la vez.
A las interminables anécdotas de Banco Pelay o de la Fórmula Entrerriana de autos, plaza Ramírez nos suele sumar momentos inolvidables para los uruguayenses.
Así como la juventud actual, seguramente servirá de trovador en el futuro y hablará de los inicios de la Fiesta de la Cerveza Artesanal en el tradicional paseo de la ciudad, los concepcioneros que peinan canas, recordaran este hito local que me contaron este fin de semana: Domingos, Plaza Ramírez, a escuchar canciones entonadas por nuestra banda de música del Ejército Argentino.
Toda una costumbre pueblerina, de cada domingo concurrir en familia a escuchar que nuestra banda del Ejército Argentino se aprestaba con tradicional formación, en torno a la pirámide, a » entregar» piezas musicales, con arreglos musicales, según el gusto del director de turno. Se entonaban muchas » piezas populares» y al final de la retreta no faltaban las tradicionales marchas militares.
Luego de un repertorio, seguramente previsto para cada domingo, su director dejaba a solicitud de algunos convecinos, el tema de su agrado.
No faltaban temas de jaaz, algunos tangos y la imponderable marcha de San Lorenzo.
Las composiciones musicales eran el orgullo de nuestros músicos que integraban la » banda» y el asombro de turistas que al escuchar sus acordes se acercaban asombrados y no se retiraban hasta que se daba por finalizada la musicalización.
A tantos años de aquellos domingos musicales, que bueno estaría poder volver a escuchar nuestra banda del Ejército Argentino. Digo nuestra, porque sus integrantes, todos vecinos de nuestra ciudad, también sentían el placer de ser escuchados y protagonistas de este acto musical.
Deberíamos reeditar aquellas tardes/noches musicales a cargo de la banda de música de nuestros militares, para que las actuales generaciones disfruten de un espectáculo que suele ser interesante cuando lo cruzamos en un video de internet y filmado en un país que no es el nuestro.
El relator de esta historia me remarcó sobre el final de la misma un renglón aparte, el cual me gustaría constatar de alguna manera: Bajo la dirección del director de la banda y del jefe del ejército local, fueron las recreaciones de la retreta del desierto. Aquella gesta que en 1879 permitió a nuestras tropas que estaban esparcidas por el desierto, reencontrarse al son de los tambores y clarines, que sirvieron de guía para orientar a los soldados. Esta epopeya también supimos verla convertida en espectáculo, en el entorno de nuestra Plaza Ramírez.
Ezequiel Gradizuela