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Catálogo digital
Desde el Museo Provincial de Bellas Artes Pedro E. Martínez y la Secretaría de Cultura de Entre Ríos comunicaron que las nuevas obras, que integran el Salón de Artes Visuales, ya se encuentran reunidas y disponibles para su visualización en formato digital. En la presente edición, se exhiben 107 obras de 72 artistas de 21 localidades de Entre Ríos. Quienes estén interesados, pueden recorrer las obras ingresando al siguiente enlace: https://drive.google.com/file/d/1KlabiWEuQKHOZT_QcImPLihpi2myEPx0/view

Santoral
Los católicos recuerdan hoy a Santa Teresa de Jesús. Nació en Ávila, España, el 28 de marzo de 1515. Su nombre, Teresa de Cepeda y Ahumada, hija de Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila Ahumada. En su casa eran 12 hijos. Tres del primer matrimonio de don Alonso y nueve del segundo, entre estos últimos, Teresa. De niños, ella y Rodrigo, su hermano, eran muy aficionados a leer vidas de santos y se emocionaron al saber que los que ofrecen su vida por amor a Cristo reciben un gran premio en el cielo. Así que decidieron irse a tierras de mahometanos a declararse amigos de Jesús y así ser martirizados para conseguir un buen puesto en el cielo. Afortunadamente, por el camino se encontraron con un tío suyo que los regresó a su hogar. Entonces optaron por construir una celda en el solar de la casa e irse a rezar allá de vez en cuando, sin que nadie los molestara ni los distrajese. La mamá de Teresa murió cuando la joven tenía apenas 14 años. Afortunadamente el papá se dio cuenta del cambio de su hija y la llevó a los 15 a estudiar interna en el colegio de las hermanas Agustinas de Ávila. Allí, después de año y medio de estudios, enfermó y tuvo que volver a casa. Providencialmente una persona piadosa puso en sus manos ‘Las cartas de San Jerónimo’ y allí supo por boca de tan grande santo cuán peligrosa es la vida del mundo y cuán provechoso es para la santidad el retirarse a la vida religiosa en un convento. Desde entonces se propuso que un día sería religiosa. Comunicó a su padre el deseo que tenía de entrar en un convento. Él, que la quería muchísimo, le respondió: «Lo harás, pero cuando yo ya me haya muerto». La joven sabía que el esperar mucho tiempo y quedarse en el mundo podría hacerla desistir de su propósito de hacerse religiosa. Y entonces se fugó de la casa. La santa determinó quedarse de monja en el convento de Ávila. Su padre, al verla tan resuelta a seguir su vocación, cesó de oponerse. Ella tenía 20 años. Un año más tarde hizo sus tres juramentos o votos de castidad, pobreza y obediencia y entró a pertenecer a la Comunidad de Hermanas Carmelitas. Poco después se agravó de un mal que la molestaba. Quizá una fiebre palúdica. Su padre la llevó a su casa y fue quedando casi paralizada. Pero esta enfermedad le consiguió un gran bien y fue que tuvo oportunidad de leer un librito que iba a cambiar su vida. Se llamaba «El alfabeto espiritual», por Osuna, y, siguiendo las instrucciones, empezó a practicar la oración mental y a meditar. Estas enseñanzas le serían de inmensa utilidad durante toda su vida. Santa Teresa murió el 4 de octubre de 1582 y la enterraron al día siguiente, el 15. ¿Por qué esto? Porque en ese día empezó a regir el cambio del calendario, cuando el papa añadió 10 días al almanaque para corregir un error de cálculo que llevaba arrastrándose ya por años.