Santoral
Los católicos recuerdan hoy a San Juan Gualberto. Nació en Florencia, de familia muy rica. Fue heredero de una gran fortuna y su padre deseó que ocupara altos puestos en el gobierno. Un Viernes Santo fue por un camino rodeado de varios militares amigos suyos y, de pronto, se encontró en un callejón al asesino de su hermano. El enemigo no tuvo adonde huir y Juan dispuso matarlo allí mismo. El asesino se arrodilló, puso sus brazos en cruz y le dijo: «Juan, hoy es Viernes Santo. Por Cristo, que murió por nosotros en la cruz, perdóname la vida». Al ver Gualberto aquellos brazos en cruz, se acordó de Cristo crucificado. Se bajó de su caballo. Abrazó a su enemigo y le dijo: «Por amor a Cristo, te perdono». Siguió su camino y, al llegar a la próxima iglesia, se arrodilló ante la imagen de Cristo crucificado y le pareció que Jesús inclinaba la cabeza y le decía: «Gracias Juan». Desde aquel día, su vida cambió por completo. En premio de su buena acción, Jesús le concedió la vocación y Juan dejó sus uniformes militares y sus armas y se fue al convento de los monjes benedictinos de su ciudad a pedir que lo admitieran como religioso. En aquellos tiempos, el peor defecto que había en la Iglesia era la Simonía, es decir, algunos compraban los altos cargos. En el convento de Florencia, donde estaba Juan, se murió el superior. Y uno de los monjes fue con el obispo y, con dinero, hizo que lo nombraran superior a él. También el obispo había comprado su cargo. Gualberto no pudo soportar esa indignidad y se retiró de aquel convento con otros monjes y, antes de salir de la ciudad, declaró públicamente en la plaza que el superior del convento y el obispo merecían ser destituidos porque habían cometido el pecado de simonía.
Promoción 1957
Los egresados en 1957 anticiparon que “la Gloriosa Promoción, con motivo de los festejos, prepara un ‘proyecto’ que dará qué hablar a más de uno. Por el momento no podemos adelantar detalles, pero, en breve, informaremos”.