Noticias sociales

Bautismo
Emiliano Rodríguez recibió en la parroquia María Auxiliadora los óleos bautismales.

Dolor en el mundo de la danza
Hondo pesar provocó el deceso de la reconocida maestra y coreógrafa, fundadora de la Escuela de Danza y Ballet Estable de Paraná y vicepresidenta Argentina de la Asociación Latinoamericana de la Danza. La comunidad educativa la despidió con emoción y honró su trayectoria con la escuela a puertas abiertas. El establecimiento de la capital entrerriano fue fundado por la maestra en 1995. Cepeda fue promotora y pionera, desde 1989, en Educación Artística destinada a la formación de bailarines con habilitación docente, con titulaciones nacionales reconocidas por el Consejo General de Educación (CGE) y avalados por el Ministerio de Educación de la Nación. Olga Cepeda inició a miles de bailarinas y bailarines en el hermoso camino del danzar, caro testimonio de su labor constante que desempeñó enseñando la danza sostenida con pasión. Destacada por su tenacidad transmitiendo un propósito a lo largo de toda su vida, como lo fue el despertar el interés por la danza, dando a conocer los modos del bailar a la comunidad toda.



Santoral
Familia profundamente cristiana la que llegó a los altares: sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana. En este ambiente de religiosidad se desarrolló su espíritu mientras Roma llegaba a lo más bajo de la curva de su caída. Cuando el poder imperial fue restablecido en Roma, en manos ya de Constantinopla, Gregorio comenzó su formación cultural. No sobresalió en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encontró una magnífica preparación para sus futuras actividades. Terminada su carrera de Derecho, aceptó del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, con todas las funciones administrativas y judiciales. Pero su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior, que manifiesta en una carta a su amigo San Leandro de Sevilla, Roma vio un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio. Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añoraría siempre aquellos cuatro años de vida monacal. En 586, llegó a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordaron y sembraron la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y la peste. Una de las víctimas de la peste fue el papa Pelagio II. Y Gregorio fue elegido pontífice para suceder a Pelagio, quedando apartado de la soledad que buscaba en el monasterio. Ya no viviría más la paz de la vida monacal, pero la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le marcaría para siempre. En su fecundo pontificado, destacó su celo por la liturgia, la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce aún con el nombre de «canto gregoriano».