Bautismo
Genaro Agustín Garay recibió el sacramento del Bautismo en la parroquia María Auxiliadora.
Curso de yoga
La Gran Fraternidad Universal (GFU), institución presente en 19 países y con una trayectoria de más de 50 años, invitó a los uruguayenses a sumarse al Instructurado Binacional de Yoga.
Tiene un cursado flexible: los sábados cada 15 días, con un final de ciclo en diciembre. Los interesados podrán comunicarse con el Whatsapp: 5493442471957.
Santoral
Los católicos recuerdan hoy a Santa Inés de Montepulciano. Nació en 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietaria acomodada de Graciano, cerca de Orvieto. Cuanto solo tenía nueve años, consiguió el permiso familiar para vestir el escapulario de «saco» de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían ese nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa. Seis años más tarde fundó un monasterio con Margarita, su maestra de convento, en Proceno, a más de cien kilómetros de Montepulciano. Mucha madurez debió ver en ella el obispo cuando con poco más de quince años la nombró abadesa. Dieciséis años desempeñó el cargo y en el transcurso de ese tiempo hizo dos visitas a Roma: una fue por motivos de caridad, muy breve; la otra tuvo como fin poner los medios ante la Santa Sede para evitar que el monasterio que acababa de fundar fuera un día presa de ambiciones y usurpaciones ilegítimas. Se vio que en ese tiempo podía pasar cualquier cosa no sólo en los bienes eclesiásticos que detentaban los varones, sino, también, con los que administraban las mujeres. Apreciando los vecinos de Montepulciano el bien espiritual que reportaba el monasterio de Proceno puertas afuera, rogaron, suplicaron y empujaron a Inés para que fundara otro en su ciudad, pensando en la transformación espiritual de la juventud. Descubierta la voluntad de Dios en la oración, decidió fundar. Sería en el monte sembrado de casas de lenocinio y se levantaría gracias a la ayuda económica de los familiares, amigos y convecinos. Tuvo una visión en la que tres barcos con sus patronos estuvieron dispuestos a recibirla a bordo; Agustín, Domingo y Francisco la invitaron a subir, pero fue Domingo quien decidió la cuestión: «Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios». Su fundación seguirá el espíritu y las huellas de Santo Domingo y tendría a los dominicos como ayuda espiritual para ella y sus monjas. Con maltrecha salud, sus monjas intentaron procurarle remedio con los baños termales cercanos; pero falleció en 1317. Fue canonizada por Benedicto XIII en 1726.