No hay nada más vacío que el Plazaola sin el Hugo


Marcelo Alejandro Sgalia. – Periodista
“Y así subo muy tranquilo la colina
de la vida…
Nunca me creo en la cima o en la gloria
Eso es un gran fantasma”.
Hugo era, por sobre todas las otras cosas, un hombre bueno. De esos que pueden vivir casi ocho décadas sin hablar mal de nadie. “Claro, a vos te parece…” y listo. Hugo no podía ser malo ni siquiera un ratito en una charla futbolera al encontrarnos de casualidad en alguna esquina de la ciudad. Hugo había entendido eso de reírse, siempre. Hasta de la enfermedad que lo tuvo a los tirones en los últimos años: “Y acá vamos, bien, luchando…”. Y en la serenidad que se desprendía de su boca se le dibujaba la sonrisa. Siempre. Hugo fue de esos maestros que enseñan a reír.
Los hombres como Hugo están lleno de virtudes. Hugo estuvo siempre, pero fue de esos tipos inundados de humildad. Nunca quiso salir en las fotos ni quería entrevistas. Pasaron jugadores, técnicos, dirigentes, ciclos, décadas, cambios. Hugo siempre estaba ahí. Para ayudar. En silencio. Atrás de todos. Al lado de los jugadores. En las derrotas.
Hugo era de esos que quería siempre a los pibes en el club. Si habrá ayudado a futbolistas a salir de las miserias de la calle. Hugo fue un rescatador de vidas y de sueños. Hugo y su sonrisa iban siempre al lado de los lesionados. El que les llevaba lo que hacía falta. A veces un medicamento, a veces comida, a veces dos orejas y un abrazo. Para los hombres buenos primero está la gente.
Si te llaman “Huguito” casi a los 80 dice bastante. El Huguito estuvo incondicionalmente para los que vistieron la camiseta del club de sus amores. Pero deben ser varios los futbolistas que jugaron en contra de su Atlético, que Hugo también ayudó y les preguntó alguna vez: “¿Cómo estás? ¿Necesitás algo?”.
Hugo fue de esos hombres que a uno siempre le dan ganas de abrazar y conversar un rato. En la vereda, en un viaje, en una cancha, en un club, en un partido, en un entrenamiento, donde sea. Hugo era imprescindible, irremplazable y necesario. Hay hombres necesarios. Hugo era de esos. No sólo para Atlético Uruguay: para la vida, para nuestros clubes, para el fútbol y para la ciudad. Quedan poquitos, cada vez menos como el Hugo. Los Hugo Prat son una especie en extinción. Son ejemplos, caminos a seguir. Y acá no andamos diciendo a cada rato que los que se apagan siempre son buenos. Para nada.
El Hugo era bueno hasta cuando sufría: “Qué poco se ve, qué poco tenemos”. Pero su amor inquebrantable con el Decano fue hasta que la muerte nos separe. Si otro necesario, como León Gieco, hubiera inspirado su hermosa canción “La Colina de la vida” en Hugo, hubiera sido correcta…
“La realidad duerme sola en un entierro
Y camina triste por el sueño del más bueno
La realidad baila sola en la mentira
Y en un bolsillo tiene amor y alegrías
Un dios de fantasías
La guerra y la poesía”.
A todos nos quedan charlas y recuerdos con él. A mí, la satisfacción de haberlo hecho emocionar con alguna previa y esos goles que viajaron por el éter cuando él intentaba aferrarse a la vida. Llevaré para siempre en mi corazón los mensajes cuando no pudo viajar y tuvimos la chance de contarle por una radio algún partido de fútbol a cientos de kilómetros. No había gente que se lo mereciera más que él. Obvio que siempre nos vamos a quedar cortos con hombres como Hugo.
Eduardo Galeano escribió en su Fútbol, a sol y sombra, que no hay nada más vacío que un estadio vacío. Cuentan que este martes, Simón Luciano Plazaola se encontró allá arriba, donde viaja el Hugo, con Galeano y le dijo: “Mirá Eduardo, no hay nada más vacío que yo sin el Hugo”.
“Tengo de todo para ver y creer
Para obviar o no creer
Y muchas veces me encuentro solitario
Llorando en el umbral de la vida
Busco hacer pie en un mundo al revés
Busco algún buen amigo
Para que no me atrape algún día
Temiendo hallarla muerta
A la vida…”.