El salteño tenía 82 años y sufría una cardiopatía severa.
El músico y compositor folclórico César Isella, falleció ayer a los 82 años. Integrante del legendario conjunto Los Fronterizos y de impecable carrera como solista, falleció luego de permanecer varios meses internado por una patología cardíaca.
El artista folclórico salteño y autor de “Canción con todos” y “Canción de las simples cosas”, padecía de una cardiopatía severa que surgió a raíz de los tratamientos a la que fue sometido en 2012 por una enfermedad.
Isella, nacido en Salta el 20 de octubre de 1938, es uno de los cantantes y compositores de folclore más respetado de la Argentina y una de las figuras del Movimiento del Nuevo Cancionero.
Fue además impulsor de Soledad Pastorutti cuando ésta era una niña, pero la relación terminó en malos términos y llegaron a la instancia judicial.
Su dupla con Armando Tejada Gómez fue una exquisitez del canto popular. Uno de los tantos legados que quedaron de su arte.
César Isella fue uno de los artistas elegidos cuyas canciones forman parte del inconsciente colectivo. Una de ellas, “Canción con todos” (con letra de Armando Tejada Gómez), a medio siglo de su creación, trascendió las fronteras y es uno de los himnos populares universales de todos los tiempos. Es autor, además, de “Canción de las simples cosas”, “Resurrección de la alegría” y “Triunfo agrario” (Armando Tejada Gómez), “La Patria dividida” (Pablo Neruda), “Noticia para viajeros” (Julio Cortázar), “Canción para despertar a un negrito” (Nicolás Guillén) y “Crónica de un semejante” (Hamlet Lima Quintana), entre otros sucesos.
La primera recompensa que obtuvo gracias al canto fue una pelota de fútbol. Con apenas 7 años (había nacido en Salta el 20 de octubre de 1938), decidió inscribirse en un certamen semanal de nuevas voces. Ganó. Se llevó el premio. Y también encauzó precozmente su vocación.
Diez años más tarde tuvo su bautismo profesional con Los Sin Nombre, quinteto folklórico que completaban Tomás Tutú Campos y Javier E. Pantaleón (quienes formarían Los cantores del Alba), Luis Gualter Menú y el Japonés Higa. En 1956 arribó a Los Fronterizos, que buscaba un reemplazante para Carlos Barbarán. En la formación de Gerardo López, Eduardo Madeo y Juan Carlos Moreno (que rivalizaba en estilo y popularidad con otro cuarteto emblemático del folklore, Los Chalchaleros), permaneció una década. Entonces decidió abandonar el conjunto y reinventarse.
Cuando emprendió su carrera como solista, a fines de 1965, Isella tanteó el camino a ciegas: a veces se presentaba vestido de gaucho; otras, con un traje. Un prestigioso crítico asistió a un recital y redefinió su nuevo rol en el escenario: “Acabo de escuchar a Los Fronterizos sin Madeo, sin Moreno y sin López”. A partir de allí se animó a profundizar su estilo característico. Su prueba de fuego -ampliamente superada- fue el Festival de Jesús María, en enero de 1966.
Para entonces, el nuevo canto latinoamericano estaba en ebullición. Isella estaba deslumbrado con el cancionero social, representativo de los años convulsionados de la Guerra Fría, Vietnam, el Che, el Mayo francés. En Mendoza conoció en un mismo día a Atahualpa Yupanqui, Armando Tejada Gómez, el pintor Carlos Alonso, Tito Francia, Oscar Matus y a su mujer, Mercedes Sosa. La senda estaba trazada. El desafío implicaba recorrer nuevos caminos. Entonces se echó a andar por América Latina.