Señor director:
Tratar de sostener en el tiempo una hegemonía nacional y popular implica configurar un sentido común frente a lo que ya nos ofreció JxC durante cuatro años que resultaron nefastos. Tras su paso por el gobierno, sin estar condicionado por ninguna pandemia, nos dejó un incremento de la pobreza superior al 40%, una inflación superior al 55% una deuda ilegítima impagable con una proyección de largo alcance, y una tasa de desempleo creciente en consonancia con la destrucción del aparato productivo. Todas estas variables negativas profundizaron e intensificaron el descenso de las posibilidades materiales de muchos argentinos. Lo viejo e inmediato debe desecharse de plano y la nueva perspectiva implica mejorar las políticas públicas encaminadas a crear y fortalecer el trabajo y la producción. De ahí que las mayores víctimas del anterior gobierno no debieran dejarse llevar por las falsas y mentirosas expectativas de una economía de libre mercado, puro relato, que en definitiva se convierte en la cadena de negociados de unos pocos en detrimento de la bancarrota del resto del país.
A pesar del tono peyorativo que se le imprime en algunos casos, los prerrequisitos de política económica esenciales para una vida digna, están siendo demostrados históricamente que pueden ser adoptados po un populismo progresista, defensor del interés nacional y de las mayorías populares. En contraposición. el sólo pensar en la vuelta a una mentalidad puramente falaz y capciosa en la cual el país pierde sistemáticamente identidad para dar lugar a un neoliberalismo y neocolonialismo depredador en la que la dirigencia pasa a convertirse en los gerentes de políticas implementadas desde el exterior, provoca un demencial escalofrío. Porque el problema no es sólo lo que la gente puede llegar a pensar sino que el poder de las fuerzas estructurales, institucionales y financieras bregan por imponer las condiciones de una política servil, entreguista y manipuladora de las necesidades reales de la comunidad. Las actitudes despectivas hacia quienes dependen del aporte estatal para sobrevivir producto de su egoísmo cultivado durante varios años propiciando en simultáneo «que hay que darles trabajo» pero contradictoriamente apoyan un gobierno que desmantela el aparato productivo y las bases de la industrialización, abre las exportaciones en forma indiscriminada, y en definitiva sustituye la producción de bienes por la financiarización de la economía ,incrementando la desigualdad la opresión y el dolor. Los créditos que se otorgaron con tasas elevadísimas resultaron leoninos o exigieron tomar deudas paralelas que destruyen cualquier calidad de vida a que se aspire, manteniéndose igualmente remuneraciones exiguas. Estos fenómenos o mecanismos conocidos en su crudo realismo por la mayoría de los argentinos a través de los medios de comunicación hegemónicos son naturalizados y ocultados para que las bases de las clases sociales y su status sigan operando y sean legitimados en su forma engañosa por la vía democrática de las elecciones.
Aldo Savina