Por Juan Martín Garay (*)
Días pasados se dio a conocer una entrevista que brindó el Papa Francisco a la agencia Télam mediante un diálogo con la presidenta de la misma, Bernarda Llorente. Del interesante, “jugoso” e intelectual encuentro registrado, me interesa compartir una breve pincelada sobre cuatro principios del Sumo Pontífice que son: “La realidad es superior a la idea”; “El todo es superior a las partes”; “La unidad es superior al conflicto” y “El tiempo es superior al espacio”.
Llorente expresa que “desde sus años de formación jesuita, el Papa Francisco siempre defendió cuatro principios conceptuales que lo ayudaron a comprender no sólo las encrucijadas de la Argentina, sino también algunos desafíos de su propia Iglesia. A la hora de definirlos, a Francisco le gusta calificarlos como cuatro principios que son de orden filosóficos, políticos o sociales, al tiempo que recuerda que los mismos, siempre le ayudaron a entender a un país, a una cultura o a la Iglesia”.
Los cuatro principios
El Papa entiende que con ellos elige principios humanos y de integración, contrariamente a otros que son más ideológicos y de desintegración. Por eso opta por estos cuatro con los que anhela la paz social y el bien común:
1° Cuando “te vas por los idealismos, perdiste, porque lo importante es la realidad, tocar la realidad”, (los intelectualismos sin sabiduría) por eso para Francisco “la realidad es superior a la idea”.
2° Es necesario “buscar siempre la unidad del todo”, porque “el todo es superior a las partes” señala el Papa.
3° El Sumo Pontífice entiende que “cuando se privilegian los conflictos se está dañando la unidad”, nada más cierto, por eso para él “la unidad es superior al conflicto”.
4° “El tiempo es superior al espacio”, es el cuarto de los principios con el que Francisco expresa “A veces me pregunto quiénes son los que en el mundo actual se preocupan realmente por generar procesos que construyan pueblo, más que por obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana. La historia los juzgará”.
Orígenes de los cuatro principios
Estos principios se encuentran expresados de manera concreta y clara en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” del Santo Padre, que se dio a conocer en el año 2013.
Bajo el título “El bien común y la paz social”, son desarrollados con profunda claridad, buscando interpelar a quien los lea para llevar adelante una vida comprometida con los demás, en una construcción de comunidad.
A continuación, me permito transcribir una breve síntesis de estos cuatro principios, según el Papa Francisco:
El tiempo es superior al espacio: Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo.
Uno de los “pecados” que a veces se advierten en la actividad socio-política consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos.
La unidad es superior al conflicto: Para construir la amistad social, el conflicto no puede ser ignorado o disimulado. Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. Hay quienes entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible.
La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una “diversidad reconciliada”.
La realidad es superior a la idea: Existe también una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad.
La idea -las elaboraciones conceptuales- está en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay políticos -e incluso dirigentes religiosos- que se preguntan por qué el pueblo no los comprende y no los sigue, si sus propuestas son tan lógicas y claras. Posiblemente sea porque se instalaron en el reino de la pura idea y redujeron la política o la fe a la retórica. Otros olvidaron la sencillez e importaron desde fuera una racionalidad ajena a la gente.
El todo es superior a las partes: Entre la globalización y la localización también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante, miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca abierta y aplausos programados; otro, que se conviertan en un museo folklórico de “ermitaños” localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites.
No hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Aún las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse.
Mirar para adelante
Estimados lectores, habiendo leído esta breve síntesis de los cuatro principios de Francisco, y frente a nuestra realidad actual, les hago dos preguntas ¿han servido las doctrinas políticas y las teorías económicas? ¿lo que sucede nos deja sin esperanza? Pensemos juntos.
Probablemente podamos ser optimistas con la ilusión de que surja una esperanza de la mano de un avance social hacia la concreción de un bienestar con desarrollo e inclusión, pero como solamente de ilusiones no se vive y tampoco se puede vivir sin ellas, “arremangarse” y “remar mar adentro” para que las cosas sucedan es muy necesario también (la realidad es superior a la idea). Probablemente esto se esté dando, ojalá lo sea, pero capaz resulta tan lento en su dinamismo que por eso aún no puede ser percibido (el tiempo es superior al espacio). La esperanza radica, creo yo, en aferrarnos a que un avance social -por más invisible y oculto que sea por sus propios vicios- (la unidad es superior al conflicto), sea posible mediante un salto cualitativo hacia el futuro todos juntos y mirando para adelante (el todo es superior a las partes).
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.