Lo penoso no es morir, sino vivir con miedo

Señor director:
En este mundo todo puede fallar menos la muerte. Por si hubiera dudas, la primera noticia que aparece cada día en los diarios es la de los cientos y/o miles de fallecimientos ocurridos el día anterior, debido al contagio del Covid-19, y al flagelo de otras patologías igualmente letales. Sea cual sea la causa de la muerte, el punto es que desde que nacemos todos estamos destinados a morir: “Para el que nace, la muerte es segura; y para el que ha muerto, el nacimiento es seguro” (Bhagavad-gita, 2.27).
El cuerpo muere, pero la vida continúa. Por tanto, lo que debe preocupar no es morir, sino el estado de conciencia que se tenga al momento de morir, porque de ello depende el tipo de vida que sigue tras la muerte.
La ley de causa y efecto regula todos los pormenores de la existencia material. Cada deseo, acción o pensamiento que tenemos es registrado en el libro de la vida como señal inequívoca del destino a que aspiramos. Cuando las aspiraciones están fundamentadas en el concepto material de la vida, uno vuelve al mundo material tras la muerte, pero cuando están basadas en el conocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas, uno alcanza el mundo espiritual, verdadero hogar o eterna morada de la que un día partimos para experimentar la vida temporal.
Comprender bien cualquier cosa es laborioso y difícil de lograr. La buena comprensión requiere que uno tome en cuenta todos y cada uno de los elementos, detalles y singularidades de las cosas. Dicho de otro modo, comprender bien consiste en descubrir de manera completa y fehaciente el sentido profundo de todo lo que nos concierne.
Para muchos, comprender el tema de la muerte es complicado: “¿Qué sentido tiene vivir, si desde que nacemos estamos condenados a morir?” Esta es la pregunta que escuece como herida ardiente cuando uno quiere descifrar el misterio de la vida, sin nociones científicas confiables acerca de la verdadera naturaleza de las cosas.
La muerte solo existe en el plano material, pero hay otro plano donde talcosa no existe. El primero es temporal, el segundo es eterno. El alma, principio activo de la vida manifestada a través del cuerpo, no solo no muere cuando muere el cuerpo, sino que existe desde siempre.
Desentrañar el misterio de la vida y muerte del cuerpo implica saber que el cuerpo es la vestimenta material del alma. Así como la fuente causante de los universos materiales es el Ser Supremo, el desarrollo del organismo físico en todas sus etapas se debe a la energía superior del alma. Aquel que está identificado con el cuerpo físico, tiene miedo de la muerte. En cambio, el que está convencido de que no es el cuerpo, no teme a la muerte porque sabe que el alma espiritual nunca muere cuando muere el cuerpo.
Lucas Santaella