Surgido de las filas del Rojo, el “Torito” fue integrante de la Generación Dorada. Las vivencias en su “segunda casa”.
Se acerca el aniversario número 93 de Tomás de Rocamora y muchos recuerdos de su rica historia se vienen a la mente. Parte de ellos, sin dudas, tienen que ver con la figura de Leandro Fabián Palladino. El Toro, que se formó en el club, que dio el salto al básquet grande la Argentina, que integró la Generación Dorada, que jugó en diferentes Ligas del exterior y que volvió para retirarse en su casa. Valía la pena entonces buscar su palabra, no tanto para hablar de su tremenda trayectoria sino para repasar su vínculo con el Rojo.
Desde que dejó Concepción del Uruguay, allá por 1994, se encuentra radicado en la provincia de Córdoba con su familia y atendiendo sus cuestiones laborales. “La verdad que recuerdo muchas cosas, sobre todo el hecho de estar todo el día en el club; la pileta, el playón… descubriendo cosas del club, escondites. Después, empezar a jugar al pádel; son muchas cosas, pasé mucho tiempo ahí y hasta recuerdo que a veces iba a la siesta y me quedaba hasta la noche cuando después de entrenar me iban a buscar mis papás”, comenzó el uruguayense.
Sentido de pertenencia
Su papá, Enrique –Culebra, le decían-, integrante del equipo que se consagró Campeón Argentino de Clubes en 1965 y de diferentes planteles gloriosos, claramente fue un factor decisivo para que él extendiera la relación con la institución. “Mi viejo no solo me contaba cosas sino que además tenía recortes de diarios y la ropa que usaba cuando jugaba en su momento y yo siempre me ponía esa ropa; la miraba o leía los recortes y todo donde estaba él. Creo que eso fue lo que más me acercó al club por todo eso que veía de mi papá cuando jugaba”, recordó al respecto.
Consultado sobre si era de concurrir a la cancha cuando se inició la participación nacional a mediados de los años 80, respondió: “Sí, obviamente que iba. Recuerdo que la mayoría de las veces estaba debajo de los aros, tanto del que da a calle Ituzaingó como del otro; al lado de la columna, con la bolsa de girasol y varios de mis compañeros de esa época en mi categoría”.
Como se dijo, Leandro formó parte de las categorías formativas del Rojo y en la distancia rememora a algunos que tuvieron que ver con su desarrollo. “En principio me acuerdo bien de Javier Grattarola, de él más que nada porque me tuvo en varias categorías y después tuvimos la posibilidad de compartir varios Campeonatos Entrerrianos. Obviamente que del Turco (Martín) Amden cuando era Monitor y, sin dudas, el Tucumano (Mario) González y la Chiqui (Emma) Giqueaux fueron dos personas muy importantes; sobre todo el Tucu porque lo tuve mucho tiempo, desde Infantiles y hasta que llegué a jugar en Primera. Fue alguien que me guió y apoyó mucho”, contó.
Un poco más allá en su memoria también hubo lugar para referirse a los equipos que integró y que dejaron su huella en el club. “La verdad que los Cadetes y Juveniles de aquella etapa –años ’92 y ’93-, que llegamos a jugar las instancias finales del Argentino de Clubes, fueron de las categorías que más alegrías me dieron. Llegamos a jugar dos años consecutivos, primero una Semifinal siendo yo una categoría más chica y al siguiente en la final que perdimos con Atenas de Córdoba”, destacó.
“Se preparaba todo cada quince días, estábamos toda la semana pendiente de ver quién organizaba el Cuadrangular… la verdad que fue una etapa muy linda porque estaban todos los papás, se jugaba a cancha llena, con mucha gente apoyando, colaborando y siguiendo la campaña de Rocamora. Y hubo jugadores que vinieron a jugar contra nosotros que después fueron muy importantes a nivel nacional e internacional”, añadió.
¿Y quiénes fueron algunos de sus compañeros? “Contacto tengo con algunos de ellos pero no tan frecuente. Tengo una amistad muy grande con Luli (Luján) Caire, que era de mi categoría, y con Sebastián Faure. Con Aldo (González) y Martín Rossini también suelo hablar; con varios de ellos mantengo contacto”, señaló quien después inició en Atenas de Córdoba una fructífera carrera.
La partida en aquél momento al Griego cordobés le posibilitó a Rocamora adquirir después el parqué que hoy luce el estadio Julio César Paccagnella. “Todo lo que yo pueda generar o le pueda dar al club a mi me hace muy feliz, porque el club es mi segunda casa; Rocamora es mi sangre y todo mínimo gesto que pueda tener desde mi imagen me pone muy bien. En su momento el hecho de que puedan poner el parqué, que era uno de los pasos grandes por dar, también me puso muy orgulloso y contento. Y no quiero quedarme con eso sino seguir apoyando desde el lugar que esté”, manifestó a continuación.
Como él mismo lo dijo su relación con el club no se marchó con sus valijas sino que, por el contario, se fortaleció con el paso del tiempo. “El vínculo no se rompió porque tengo sentido de pertenencia y es con el club Rocamora. Aún estando en Europa en cada receso yo aprovechaba para ir a Concepción y al club para entrenar, a dar una vuelta, ver entrenamientos, algún torneo o lo que sea. Es mi casa y eso sigue vigente”, afirmó.
La actualidad del Rojo
Finalmente el Toro se refirió a cómo ha visto el crecimiento de la institución. “Ha habido diferentes etapas, momentos y crecimientos buenos y malos; en los últimos tiempos se afianzó mucho en una categoría a nivel nacional, que es la segunda categoría y no es fácil por todo lo que genera jugarla. Creo que el club está bien, afianzado en la categoría, y es un logro muy grande. Además, el club ha seguido formando jugadores de su cantera y eso es algo también muy meritorio para seguir creciendo en su estructura y lo que venga a futuro”, concluyó.