Por Ana Hernández
Algunos de nosotros somos más propensos que otros a dejarnos cautivar por determinadas emisiones televisivas y encariñarnos con algunos de sus personajes. Las personas que son más susceptibles de identificarse con personajes mediáticos muestran una tendencia a presentar vulnerabilidades emotivas, tales como la dificultad de dominar sus impulsos o su ansiedad.
Habida cuenta de la diversificación cada vez mayor de los medios de comunicación e información, las plataformas de emisión en continuo como Netflix ofrecen una amplísima variedad de programas que van desde las “comedias de televisión irreverentes” hasta las “películas y series televisivas animadas asiáticas”, pasando por “filmes y series de guerra y política” o “programas basados en un libro”.
Esa plétora de ofertas no impide la puesta en evidencia de que existe un vínculo entre nuestros temperamentos y nuestras preferencias en materia de productos mediáticos. Por ejemplo, las personas que desean experimentar emociones fuertes son más propensas a elegir películas de suspenso y terror. Las que sienten la necesidad de expresar una implicación emocional optarán más bien por elegir una obra dramática.
Algunas aficiones mediáticas de los telespectadores pueden ser representativas de determinadas características culturales. Las mujeres, por ejemplo, son más dadas que los hombres a consumir programas sentimentales, lo que puede reflejar la existencia de una representación vinculada a las funciones que se les asignan tradicionalmente y al alto porcentaje de protagonistas femeninas. Los hombres, por su parte, suelen mostrar más inclinación a consumir productos mediáticos violentos por motivos similares.
¿Causa o consecuencia?
Las personas de ambos sexos con tendencias agresivas propenden a consumir productos mediáticos violentos. Los rasgos de carácter agresivos y maquiavélicos permiten predecir una mayor afinidad con programas y personajes antihéroes, como la serie estadounidense Breaking Bad en la que su protagonista, el amable profesor de química Walter White, se convierte en el rey de la metanfetamina. También he constatado que las jóvenes obsesionadas por su aspecto físico tienden a asemejarse a sus personajes femeninos preferidos, lo cual se ajusta al concepto de “identificación deseada”.
Pese a ser interesantes, los estudios realizados sobre estas cuestiones no permiten determinar con exactitud total en qué sentido se produce la relación causal: ¿del medio de información a la persona, o a la inversa? Algunas experimentaciones parecen indicar que, en general, esa relación se produce en los dos sentidos. Una serie de estudios efectuados en 2016 por la investigadora británica Lynda Boothroyd con vecinos de varios pueblos de Nicaragua puso de manifiesto que la difusión de modelos de cuerpos delgados en la prensa y la televisión ejercía una influencia inmediata y a largo plazo en las representaciones ideales que los telespectadores se hacían del cuerpo humano.
En realidad, las experiencias ficticias quizás no disten tanto de las experiencias reales como solemos creer. Aunque parezca un tanto extraño crear vínculos con personajes de ficción, este proceso y el proceso de trabar lazos amistad con personas reales reflejan, según algunas teorías, nuestra capacidad para sacar partido de las experiencias de los demás y acercarnos a las personas que comparten nuestras mismas ideas.
Mitigación de los prejuicios
El fenómeno de identificación con los personajes puede redundar en beneficio de algunos grupos marginados. Bradley Bond, profesor adjunto de Comunicación en la Universidad de San Diego (California, EE.UU.), mostró también en un análisis publicado en 2020 que se daba una disminución de la homofobia entre los espectadores heterosexuales que tuvieron un contacto prolongado con los personajes de la serie Queer as Folk, que relata la historia de tres homosexuales de Mánchester y de su universo familiar y profesional. Esa disminución se pudo observar entre los que más prejuicios manifestaron al inicio del estudio. Nuestros hábitos mediáticos se entrelazan en el tejido de nuestros quehaceres diarios a diferentes niveles y con motivos variados. Los relatos de ficción y sus personajes pueden reflejar y ampliar el concepto que tenemos de nosotros mismos, contribuir a que nos acerquemos a los demás, y aportarnos lucidez y consuelo cuando los tiempos son difíciles. Pero también pueden generar el efecto contrario. En muchos aspectos, nuestra implicación personal en los relatos de ficción es tan compleja como la que nos involucra en las vivencias y relaciones de la vida real.