Las denuncias del Dr. Castrillón

Sr. Director
Este miércoles escuché un audio de una entrevista que le hizo una radio de Paraná al ahora exPresidente del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos, Emilio Castrillón. La entrevista está disponible en Youtube por lo que sería aconsejable que algún fiscal de la provincia la oyera e iniciara las correspondientes investigaciones por algunos de los excesos escandalosos y fechorías que el exmagistrado asegura que protagonizan un largo listado de funcionarios judiciales y del Ejecutivo provincial. Con su habitual verborragia, pero con un evidente conocimiento de las internas del poder, Castrillón menciona con nombre y apellido a encumbrados dirigentes y personas de las Justicia que deberían ya mismo o iniciarle una querella por difamación, o en su defecto renunciar a sus cargos por falta de decoro (casualmente la imputación que le hacían muchos de ellos a Castrillón). No resulta fácil para un ciudadano de a pie saber quién dice la verdad, pero es muy dañino para la convivencia ciudadana, para la credibilidad de las instituciones y para el propio sistema democrático que se pronuncien semejantes cargos e imputaciones contra funcionarios que revisten las más altas investiduras de la provincia de Entre Ríos. Es lastimoso e indigna sospechar siquiera que algunas de esas afirmaciones del Dr. Castrillón puedan resultar ciertas. Lo son, desde ya, verosímiles, porque no nos engañemos: la política y la Justicia de esta provincia está viciada desde hace años con personajes de esta clase que parecen vivir en otra galaxia, disfrutando de todos los privilegios y bondades que se nos niega al común de los ciudadanos, que casualmente somos quienes les pagamos sus sueldos. Y, mal que nos pese, de vez en cuando también los avalamos y legitimamos con nuestro voto. Pero no puede pasar inadvertido para nadie, mucho menos en medio de las penurias que vivimos los ciudadanos en el marco de esta pandemia, el tenor de la denuncia de Castrillón, quien entre otras cosas, muy suelto de cuerpo pero con marcado énfasis repite varias veces: “En Entre Ríos no existe la Justicia”. Y lo dice nada menos quien ostentó hasta hace pocos días el cargo más alto del Poder Judicial. Ojalá fuera solo eso lo que dice, pero no, también describe lo que es un secreto a voces: los cargos en la justicia entrerriana se reparten entre unas cuantas familias. Que los jueces, fiscales y secretarios son colocados en función de sus apellidos (que se repiten), en una repartija ignominiosa que negocian los partidos tradicionales y los que se autoproclaman el Cambio pero son peores. La verdad, da asco. Estamos en manos de unos hipócritas a los que solos les importa sus bolsillos, que prueban la carne blanda y ya se olvidan de donde vienen, que se enamoran muy rápido de las alfombras rojas y ya no caminan las calles ni quieren saber nada con el sufrimiento general del pueblo. Y a todo esto no lo digo yo, sino Castrillón y más o menos con las mismas palabras. Francamente, es inaudito que ni siquiera los medios de comunicación se hagan eco de semejante escándalo. Publican pavadas todo el tiempo, viralizan rencillas de alcobas de ignotos personajes de la televisión. Pero Castrillón, sin lugar a dudas con conocimiento de causa, cuenta con lujos de detalles que los enredos y amoríos de sus colegas (y sus celos y odios también) ocurren a la vista de todos en la Justicia y el Poder Ejecutivo y son las causas reales los desacuerdos y desbarajustes y pésimas decisiones que toman quienes deberían administrar la cosa pública motivados solo por el sentido del deber, la verdad, transparencia y la razón. Sin embargo, nos enteramos ahora que lo que verdaderamente sucede es lo contrario, se manejan con resentimientos, envidia y sobre todo mucha codicia. Una vergüenza. Un verdadero espanto. Sino fuera porque la gente que sale a protestar a la calle en estos días parece estar más locas que este séquito de cortesanos impúdicos, darían ganas de convocar para que se vayan. No todos, por supuesto, porque hay actores de la Política y del Derecho que honran ambas disciplinas. Pero si no son ellos quienes empiezan a depurase para adentro y de una vez por todas, más temprano que tarde, tronará el pueblo. Hará tronar escarmiento, como dijo alguien cierta vez.
Juna G. Garcilazo