Los miles de misiles, drones y municiones enviados por Estados Unidos a Ucrania no llenaron directamente las arcas de los vendedores de armas estadounidenses, pero sí les beneficiarán en el largo plazo, con los países occidentales ansiosos por reforzar sus defensas contra Rusia. Un negocio que puede generar 3.500 millones de dólares en los próximos pedidos que ultima el Pentágono a fabricantes norteamericanos, previstos en una ley adoptada a mediados de marzo, según explicó a AFP una portavoz del Departamento de Defensa.
Washington, como algunos de sus aliados, recurrió a sus existencias para suministrar al ejército ucraniano sus misiles Stinger y Javelin, que durante mucho tiempo pagaron a sus fabricantes Lockheed-Martin y Raytheon Technologies. Las cuentas del primer trimestre de estas firmas, que se publicarán en las próximas semanas, no se verán excesivamente infladas. Pero será necesario reponer las existencias.
Los misiles Javelin son actualmente producidos en forma conjunta por Lockheed y Raytheon. Esta última había cesado la producción de los Stinger antes de un pedido de 340 millones de dólares del Pentágono el año pasado. «Estamos explorando opciones para reponer más rápidamente nuestras reservas y reponer las existencias agotadas de aliados y socios», afirmó la portavoz.
Las ganancias que estos grupos han obtenido en los últimos 45 días por la venta de estos misiles, conocidos por su facilidad de uso, se estiman entre 1.000 y 2.000 millones de dólares, según publicó el Washington Post. Pero es apenas el prólogo de lo que vendrá. La industria bélica se frota las manos con las tensiones que ha generado la invasión rusa en Europa, Asia y Medio Oriente, que provocó un aumento del presupuesto de defensa de más de 30 países, incluido Estados Unidos.
La guerra en Ucrania barajó las cartas del orden geopolítico de una forma que no se veía desde hacía 30 años y el mundo parece ahora mucho más inseguro. Asó lo perciben los ciudadanos y los medios de comunicación no hacen más que echar leña al fuego. Los gobiernos se sienten presionados por su electorado y por las grandes potencias para aumentar la inversión en defensa, beneficiando a las empresas del sector que se concentran básicamente en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania, que también incrementaron sus presupuestos para impulsar el desarrollo de nuevas armas y así abastecer un “mercado” en súbita expansión. Cuando hay crisis social y económica, y armas en abundancia, alguien las termina usando. Es la historia de siempre.