Por David Bueno
Investigadores de la Universidad de Turku examinaron los registros eclesiásticos de los años 1731 a 1895 de Finlandia, en un estudio que cruzó datos de más de 2.000 familias para ver hasta qué punto la presencia de abuelas favorecía la supervivencia de los nietos. Recogieron las genealogías completas, los habitantes que había en cada casa, dónde iban a vivir cuándo se independizaban, su nivel socioeconómico, la edad en el momento de la muerte y la causa. Según estos registros, una tercera parte de los niños morían antes de los 5 años, y la mitad antes de los 15. Las principales causas de muerte eran enfermedades respiratorias –especialmente tuberculosis–, viruela, sarampión, diarrea aguda, accidentes y otras infecciones diversas. Los autores del estudio advirtieron que las abuelas maternas se podían clasificar en tres grupos, dependiendo de los efectos sobre la supervivencia de los nietos: las que tenían menos de 50 años, las que tenían entre 50 y 75, y las mayores de 75. Las primeras no contribuían a la supervivencia de los nietos dado que todavía estaban siendo madres y cuidaban algún hijo pequeño. Las segundas (de 50 a 75), incrementaban casi un 30% la probabilidad de supervivencia de los nietos si vivían con ellos. Esta cifra significativa refuerza la hipótesis de que la selección natural ha favorecido la supervivencia después de la menopausia (característica exclusiva de los humanos) por sus efectos beneficiosos sobre la supervivencia de los nietos. Sin embargo, convivir con una abuela materna de más de 75 años disminuye ligeramente las posibilidades de supervivencia de los niños. La interpretación es que, probablemente, estas abuelas necesitan ayuda de la familia, lo que dificulta dedicar más atención a sus hijos. Ahora bien, la gran diferencia, inesperada, la presentan las abuelas paternas. Según todos los datos recogidos por los investigadores, convivir con una abuela paterna hace que la probabilidad de supervivencia de los niños menores de 2 años disminuya un 40% respecto a quienes no tienen ninguna abuela, un porcentaje muy destacado. La hipótesis es que, quizás, la convivencia con la abuela paterna supone un estrés añadido para la madre durante el embarazo y los primeros meses de vida del bebé, lo que repercute negativamente en la salud global del niño. Una hipótesis controvertida y que muchas abuelas encontrarán injusta, pero con la que también es posible que algunas personas se sientan identificadas.