La soberanía nacional y la audacia de la esperanza

Por Juan Martín Garay (*)

Hoy 20 de noviembre es el Día de la Soberanía Nacional. Por medio de la Ley Nacional Nº20.770 del año 1974, a instancias del historiador José María “Pepe” Rosa, se instauró como fecha conmemorativa recordando lo sucedido en la batalla de la “Vuelta de Obligado”. Si bien existía esa Ley, no fue sino hasta el año 2010 que a través del Decreto Nacional N°1584 se incorporó como feriado nacional.

Rivero, Vuelta de Obligado y la soberanía

Cuenta el Dr. en Historia Alberto Lettieri que en nuestras Islas Malvinas, “el 26 de agosto de 1833 un grupo de ocho gauchos que se habían desempeñado como peones rurales, liderados por el “uruguayense” Antonio Rivero y armados con facones, espadas y boleadoras, tomaron la comandancia durante cinco meses. Rivero y sus hombres ejecutaron al representante inglés y a quienes habían obedecido sus órdenes y, según han sostenido José María Rosa y Fermín Chávez, izaron el pabellón nacional, en un acto de sentida reivindicación de la soberanía. De este modo, consiguieron que la bandera inglesa no flameara en las islas entre el 26 agosto de 1833 y el 10 de enero de 1834. A principios de 1834 arribó el buque de guerra ingles Challenger, que tomó el control de las islas, apresó a los patriotas, Rivero fue el último en entregarse, el 18 de marzo de 1834. Rivero y sus gauchos adquirieron dimensión mítica, al expresar magníficamente el sentimiento nacional. Una vez detenidos, Rivero y sus hombres fueron juzgados por las autoridades inglesas. Lo curioso es que el tribunal no encontró materia para condenarlos, sea porque no daba valor a las actas fraguadas, sea porque consideraba que los gauchos pelearon en defensa de un territorio argentino, que ellos habían usurpado y dispuso que fueran devueltos a su patria. Tras su procesamiento, este peón de estancia convertido en héroe nacional y sus hombres fueron deportados a Montevideo. Una vez liberado, y retornado en al territorio nacional, Rivero se integró a los ejércitos de la Confederación Argentina, estimándose que habría muerto combatiendo a ingleses y franceses en la Batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845. Para el revisionismo histórico constituye un contundente ejemplo del compromiso incondicional de los sectores populares rioplatenses con la causa de la soberanía y la independencia nacionales”.

Por el año 1845, cuando Gran Bretaña y Francia siendo dos potencias en todo sentido de la expresión se juntaron para atacar a la “unión de hecho” que figurativamente era nuestra Argentina (recordemos que la Organización de Derecho de la Nación la llevó adelante Justo José de Urquiza), ésta se encontraba bajo el mando del gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas. El evento histórico traído a colación para conmemorarlo sucedió un 20 de noviembre de ese año al producirse el combate conocido como de “la Vuelta de Obligado”. El objetivo de los enemigos de la Nación en construcción era netamente de índole económica y política (como lo siguen siendo los ataques en cualquier lugar del mundo en la actualidad por parte de las grandes potencias). Ante la estrategia desplegadas por las fuerzas anglofrancesas, Rosas decidió hacerles frente encargándole al General Lucio Mansilla conducir las acciones. Así, en el recodo más delgado del ancho Río Paraná (en lo que hoy es la localidad de Obligado, partido de San Pedro, provincia de Buenos Aires), las tropas literalmente “encadenaron” el río para realizar así la defensa de nuestra soberanía. Esta estrategia fue exitosa y los enemigos capitularon aceptando las condiciones impuestas por los vencedores.

Soberanía Política

Enseña Julían Licastro que “la soberanía política pertenece al protagonista de la organización nacional que es el pueblo, en la plenitud de sus derechos políticos constitucionales. Se proyecta, así mismo, en la identidad nacional y su presencia en el concierto mundial. Exige la defensa de la soberanía territorial y cultural contra toda forma de colonialismo, satelización o agresión”. Además explica que en relación al poder existen (hoy) dos modelos políticos claramente diferenciados: “un modelo participativo, donde el poder representa anhelos comunitarios de justicia social, independencia económica y soberanía política; y un modelo excluyente, donde el poder permanece en círculos estrechos de influencia y presión con fines especulativos, a expensas del desarrollo integral del país (subdesarrollo y pobreza)”.

Una Nación en construcción

Para llevar adelante la tarea de seguir construyendo la Nación, en estos tiempos que nos tocan vivir, hoy más que nunca necesitamos apoyarnos en la filosofía como “hermana mayor de la política”, porque para quienes tenemos una cosmovisión de la vida aceptada desde la razón, el Justicialismo como principio rector de la Tercera Posición tendrá que tener una nueva síntesis en la forma de ejecución a través de la Doctrina (la que muchos quienes abrazan esta causa deberían leer en algún momento, “Comunidad Organizada” se llama y es la explicación filosófica del Justicialismo), con una clara propuesta de un nuevo Proyecto Nacional donde la meta de todo sea la Liberación y la fuerza orgánica para ello se despliegue mediante el Movimiento Nacional.

Cambios

En el último tiempo hemos visto como ha habido un cambio de método por el cuál varios dirigentes políticos de distinto género se han mimetizado con el espectro dominante actual, abandonando las reivindicaciones nacionales y sociales del pueblo. Ante esta realidad urgen tiempos de preparación de grandes iniciativas que generen esperanza en el abordaje del destino del nuevo Proyecto Nacional, que logren encender los corazones e imaginación de los cuadros de conducción para “ver, apreciar, resolver y actuar”. Porque existe una frustración latente de quienes confiaron en un cambio real y esto surge de las grandes contradicciones económicas y sociales que existen y se profundizan cada vez más.

El escenario

Ante un escenario electoral por venir en el 2023, el desafío mayor pasa por generar una participación que tenga como verdadero protagonista al pueblo (el modelo participativo del que explica Licastro), e ir por la ejecución de un programa que se ajuste a las reales necesidades económicas y sociales, buscando una cohesión de las fibras íntimas que componen históricamente el campo nacional (tarea nada fácil, por cierto).

Una esperanza

La única manera de volver a representar la esperanza en la gente -el pueblo- será buscando una verdadera soberanía política que ponga fin a un modelo excluyente, a un modo de ejercer la política sin esencias ni contenidos, que termine con la búsqueda del poder por el poder mismo, a la mera ambición de cargos para beneficio personal o de satisfacción de egos.

¿Volveremos a representar esa esperanza que necesita el pueblo? Es posible. Se puede volver a despertar esa sensación en la gente y ser tomados como una opción válida si como expresa el Papa Francisco nos damos cuenta que “la esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a los ideales que hacen la vida más bella y digna”.

(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.