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viernes, julio 26, 2024

La política comunicacional: una agenda ausente

Por Ana Hernández

Es fundamental repetir que la comunicación es un derecho humano.

La acción de comunicar implica justamente poner en común y facilitar los accesos. Poner en discusión la distribución de la palabra y las voces es fundamental en un contexto de crisis mundial. Por eso todo diálogo es el mutuo reconocimiento de cada persona como agente reflexivo con el derecho a formar parte de una historia en común.

Los medios de comunicación han sido objeto de reflexión y discusión en la arena política desde el nacimiento del capitalismo. En la modernidad la metáfora de la circulación del capital bajo el principio del libre cambio, ha sido un vector ordenador de la concepción capitalista de la comunicación que pone a la información como mercancía. Las distintas escuelas funcionalistas han destinado innumerables investigaciones orientadas a la compresión de los efectos sobre las audiencias, siendo estas todas rentadas por corporaciones y agencias estatales.

El interés sobre las políticas públicas y los medios de comunicación no es nuevo. La economía política de la comunicación y sus implicancias en la actualidad está ausente de la agenda. Sin embargo, el escenario de la convergencia; las nuevas tecnologías y por ende las redes sociales habilitan a que toda persona sea un potencial comunicador/a social. Y en simultáneo un ser receptivo y multiplicador de la maquina creadora del deseo y del sentido común. Si, esa es una de las principales implicancias de la Comunicación en general y de los algoritmos hoy en particular. Para más especificaciones solo basta con Tinder, por ejemplo. El mercado del deseo está regido en la actualidad por algunas características básicas como demasiadas opciones; un proceso de cortejo privado y solitario. Las redes exacerban todo eso y agregan algunas dimensiones como la entrega de datos, la sumisión a un algoritmo misterioso; la sensación de vacío que termina en soledad.

En conclusión, forman parte de la educación emocional y sentimental porque vivimos el amor de acuerdo a estructuras sociales y no individuales. Al mismo tiempo la red Facebook empezó a investigar la forma de analizar los datos protegidos por encriptación sin tener que desencriptarlos. Esto significa leer los mensajes de WhatsApp sin violar la seguridad que los protege. Entonces dado el marco de situación donde pueden influir hasta en la forma de sentir el amor, y ya sabemos que influyen en la construcción del sentido, es muy fácil comprender el motivo por el cual es una agenda que nadie quiere tocar. “Pero lo que no hay es una determinación completa de la conducta humana. Eso no lo tienen las redes digitales, no lo tuvieron los medios de comunicación, no lo tiene la Iglesia”. Dice Martin Becerra en una nota radial. Y es por lo único que vale la pena sentarse a escribir esta nota.

No todo está dicho ni todo está dado. Es sumamente necesario nuevas narrativas políticas que interpelen y amplifiquen voces con las demandas de diversos sectores sociales.

La Ley de servicios de comunicación audiovisual 26.522 promulgada en el año 2009 puso en la agenda pública el debate. Incluso hubo una percepción colectiva de triunfo en la famosa “batalla cultural” (concepto teórico viejo) pero quedó en jaque a fines del 2015 cuando el presidente Mauricio Macri anuló algunos de sus principales artículos a través de un DNU.

En octubre del año 2020 se creó el Observatorio de la Desinformación y la violencia simbólica en medios y plataformas digitales (Nodio). Por parte de la Defensoría del público de Servicios de Comunicación Audiovisuales y no pertenece al ejecutivo. Es de una comisión del Congreso de la Nación, donde hay integrantes de los distintos partidos, oficialistas y opositores. Es pensado como una línea de trabajo que contará con la participación de plataformas digitales, universidades, comunicadores y comunicadoras, sindicatos, cámaras empresarias, empresas de comunicación y miembros de la sociedad civil.

La Infodemia y desinformación son términos que se acuñó desde la Organización Mundial de la Salud para referirse a los rumores e información falsa que en el contexto de la pandemia pueden comprometer y dañar a la salud pública, estas permiten observar el desempeño de los medios en la inédita emergencia sanitaria. El origen de la información, sus fuentes y la veracidad de los hechos son un baluarte. El concepto de verdad se cayó hace décadas, pero en la construcción del acontecimiento los intereses populares siempre perdieron.

Es necesario poner en discusión nuevamente la democratización de la palabra para discutir las nuevas narrativas, las identidades, las lógicas y la construcción de sentido. Fundamentalmente volver al acuerdo tácito que la prioridad es la salud desde un concepto integral, esto quiere decir la salud psíquica y emocional de toda la población.

Los recursos naturales y defender la permanencia de la raza humana en la tierra y no sobre la tierra. Que, aunque solo parezca un cambio de preposición es la diferencia. Y eso es la verdadera disputa que está llegando. La defensa de la vida misma.

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