Por Juan Martín Garay (*)
La otredad es una resultante de un proceso netamente filosófico como explicación social para un entendimiento convivencial. Lamentablemente tanto ésta como la alteridad política no han podido salir al paso para que “las argentinas” antagónicas puedan relacionarse entre sí. Pareciera que coexisten diferencias insalvables para algunos, algo que con más educación se podría corregir por supuesto, pero también con una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro.
La aspiración colectiva de sobreponernos a los problemas más complejos del presente imperfecto que tenemos, supone hacer necesariamente un análisis de la real naturaleza de los conflictos, elaborando para ello una carta de situación que nos dé un diagnóstico más o menos preciso o lo bastante ajustado a la realidad.
En nuestro país existe de manera constante en el tiempo un antagonismo siempre simplificado por el que se pretende una persistente transformación social y política desde la imposición de las ideas y no desde la construcción de consensos. Muchas veces se declama o se ofrece consensuar pero no se lo lleva a la práctica concreta, sólo existen aislados ejemplos positivos nada más. Hay como una “enfermedad social” por la que se pretende “arrasar a los demás”, algo que ha traído eternos fracasos por las naturales reacciones opuestas que eso conlleva cuando en vez de persuadir pretenden imponer.
La licenciada en Estudios Humanísticos y Sociales Sofía García-Bullé, entiende que la idea de la otredad es crucial para la sociología y el estudio de las identidades sociales. Según ella este concepto existe gracias a que somos seres sociales y necesitamos si o si de la presencia y cooperación de otras personas para sobrevivir; y que cuando se forma un grupo para este propósito tenemos una sociedad. Las personas dentro de esta unidad se definen como “nosotros”, y los “otros” son quienes no comparten identidad o pertenencia con este grupo. Para tratar de entender al concepto de otredad y sus cuestiones propias en relación a nuestras sociedades, reflexionemos junto a ella cuando señala lo siguiente: “necesitamos hablar sobre lo que significa la identidad dentro de un grupo. La identidad social no es exactamente lo mismo que la identidad personal. El propósito de la identidad personal es el ser y la expresión, si hablamos de la identidad social, el punto es la identificación y el reconocimiento. La identidad personal y la social están altamente relacionadas. La identidad personal usualmente es la razón por la que a nivel social se identifica a una persona como el otro”.
La otredad tiene además una paradoja que puede resumirse así según Darío “Z” Sztanszrajber: “Solo puedo pensar al otro desde mi yo, pero el otro justamente es lo que excede a mi yo. Esta paradoja permite plantear las siguientes preguntas: pensar el vínculo con los otros, entre ellos, los otros sujetos”. ¿Interesante esta “dama” llamada otredad no?
Educar para la diferencia
El filósofo Abelardo Barra Ruatta reflexiona que “es imprescindible una nueva formulación y edificación de los modos relacionales de los seres humanos entre sí, de los seres humanos con los demás seres vivos y con la totalidad de la naturaleza”. Para Barra Ruatta la ciencia de la educación que se constituya en torno a este nuevo paradigma “deberá promover el ejercicio de las plurales vías que poseen los seres humanos para entablar comunicación entre sí y con la naturaleza”. Esto es, “una educación que apele al valor antropológico de la afectividad, la emotividad o la fantasía (tanto como al valor del intelecto) para conformar conocimientos, destrezas y actitudes que hagan que la vida en conjunto sea más grata para todos”. Al dejarse de lado los reduccionistas mecanismos de identificación individual y social hasta ahora vigentes, “la humanidad se abrirá amorosamente al otro diferente, al otro que expresa su subjetividad a través de un ethos absolutamente diferente al mío, aunque absolutamente valioso como el mío. Ese ethos, igualmente pertinente para la expresividad de lo humano, se visibiliza en pensamientos, conductas y actitudes vitales que serán para mí tan diferentes como lo será mi ethos para quien se ha socializado en otro medio ambiente global”.
Por eso es muy importante educar para poder convivir en las diferencias, saber aceptarlas e integrarlas, de manera tal que la convivencia entre nosotros resulte mucho más aceptable, o al menos no fenezca en el intento. Así como la Educación es entendida como una oportunidad de liberación del ser humano, también es necesario en este tiempo y en función del que viene por delante educar para la diferencia. La clave está en la Educación Inicial, pues como primer nivel del Sistema Educativo Nacional es de gran importancia en este sentido porque brinda y trae consigo una formación integral que abarca el desarrollo de todos los aspectos sociales, afectivos, emocionales, motrices, expresivos y cognitivos de las personas. La importancia de este abordaje educativo radica en que se empieza a dar en esos primeros pasos de vida en vinculación social, algo que se muestra y ofrece al mundo desde la inocencia de esas “personitas” con una innata necesidad de construir comunidad.
A rigor de verdad las diferencias siempre existieron y existirán, eso no va a cambiar pues si bien habitamos un mismo mundo y echamos raíces en un suelo compartido, lo cierto es que todos somos diferentes los unos de los otros, por eso es dable educar para la diferencia y con alteridad desde la primera infancia, haciendo hincapié en la aceptación del otro desde la visión de ese otro.
Pensar futuro
Atento a los verdaderos cambios que las presiones sociales ya reclaman no sólo en voz baja sino también en voz alta y muchas veces a gritos, debemos pensar en ese universo social por venir donde está todo por hacerse en base a una gran dimensión fraterna que integre lo diverso como síntesis de todo aquello que anhelamos suceda en el camino por delante.
Ese futuro dependerá no sólo de unos pocos ilustrados o de una minoría que se arrogue lo que piensa “la gente”, sino también de una gran mayoría que está cansada de las disputas sin sentido y que tiene problemas mucho más terrenales. La otredad de las convicciones puestas a disposición de los demás en base al diálogo y el encuentro es un esquema que se presenta desde la filosofía como algo superlativo y necesario. Recordemos la enseñanza de Marechal cuando nos dice que la política es la hermana menor de la filosofía.
Abordar lo social desde y hacia la diversidad requiere de predisposición, una buena voluntad con plena convicción a la aceptación de lo diferente dotado de talante ético y político. Esta convivencia con lo distinto no se trata solamente de tolerar a los demás, sino de convivir desde el enriquecimiento espiritual e intelectual con lo genuinamente diferente.
Desde la otredad, con alteridad política y junto a la filosofía, educar para la diferencia es el gran desafío por delante a los fines de sobreponernos a los conflictos de la actualidad que tanto daños nos hacen. La liberación que ofrece la educación como oportunidad en sí misma, es el único reaseguro armónico para que quienes habitamos este hermoso suelo argentino podamos -aún desde las diferencias- vivir una vida digna, más ética, feliz, con amor y paz social en una comunidad organizada.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.