La nueva “normalidad” es contrastante

Señor director:
Con el confinamiento, el espacio público se ha circunscrito casi por completo al ámbito digital. Hemos salido de las calles e interactuamos a través de espacios digitales. En el sistema educativo, el confinamiento ha supuesto un trastorno brutal. De un día para otro las clases han pasado de presenciales a digitales, lo cual es bastante preocupante.
En estos días, algunos desesperados pronuncian discursos hipermoralistas mostrando una indignación fuera de tono, cuyo objetivo no es exponer razones, alimentar debates o promover acuerdos, sino provocar a los interlocutores (o seguidores en redes sociales) para que vean que ellos están en el bando de los “buenos”. Esta onda moralista, además de dar una falsa sensación de consenso, induce a la polarización, como cuando un político dice algo brillante según él, y la gente opina lo contrario. El exhibicionismo de indignación moralista incrementa la intolerancia hacia las ideas ajenas y acaba provocando que mucha gente se enzarce en discusiones calvinistas y ponga los debates en manos de los que disfrutan discutiendo.
La crisis actual nos revela de manera muy tajante que somos vulnerables e interdependientes. El orgullo de sentirse distintos ha perdido validez. Ahora todos entendemos que somos iguales. La incertidumbre e indefensión frente a lo adverso nos ha obligado a ser menos orgullosos y más tolerantes. No obstante, las cosas se complican cuando se cae en la tentación de opinar emotivamente sin estar bien documentado. Lo correcto sería: ¿estoy seguro de que esto que voy a tuitear sobre la covid-19 está bien fundamentado o, por el contrario, estoy contribuyendo al ruido y a la desinformación? A veces, debido a la catarsis provocada por la pandemia, nos aventuramos a opinar sobre acontecimientos que exceden a nuestra limitada capacidad de entendimiento. Esto no es malo en sí mismo, pero sí es problemático por tratarse de un pico de arrogancia que puede perjudicar a otros. En estas circunstancias hace falta mucha reflexión metodológica y conceptual: qué hacemos, qué nos interesa y qué podemos decir sin invadir dominios ajenos, teniendo en cuenta que todos estamos en shock, sin capacidad para subvertir el impacto psicológico y aún menos aportar soluciones válidas.
Poco a poco nos estamos dando cuenta de que hemos vivido de espaldas a la muerte como si fuera algo que le ocurre a los demás, pero no a nosotros. Esta manera de pensar ha contribuido a que llevemos vidas inauténticas, como si las cosas fueran un fin en sí mismas y no un mero puente para lo realmente sustancial. Si advertimos que la vida ya no es como antes, ¿de qué sirve mantener la anterior mentalidad? Si es obvio que todo es diferente, ¿por qué no afrontar con aplomo la nueva realidad? ¿Qué hace suponer que imitar a los avestruces es una buena opción? Ahora más que nunca es necesario despertar la conciencia y recorrer los caminos de acceso a lo esencial.
Lucas Santella