La metáfora del Quijote

por Ana Hernández

Imposible entrar al texto sin escuchar la melodía de Piazzola un mediodía cualquiera, cuando las farolas de la plaza te miran ancladas por la espera. Hace unos días una melliza Bettanin soñó que su mamá era un alien verde que la retiraba de la escuela mientras caían piedras, pero cuando le daba la mano era yo. Tremendo presagio.

Hay una etapa en la vida en donde se empiezan a despedir pequeñas cosas, pero al mismo tiempo establece justicia, volviendo a esos sitios donde se amó la vida. Como cada domingo a la hora de la contratapa hay canciones que llegan de visita a los oídos como acróbatas en el tiempo. Las personas también lo hacen. Hoy es “Balada para un loco” en versión de Amelita. La Lili es una de ellas, durante el tránsito por la Escuela Normal cuando tenía todavía el paltero que no cotizaba como ahora. Con el diario 25 años más tarde pienso que “La Liliana Cergneux” nos enseñó básicamente de que va la vida.

Es un acto reconocimiento a quienes a través de la docencia asumen su rol de formar personas que desean cambiar el mundo. Desde el rincón más anónimo fue formadora de personitas como esos montoncitos de fuegos del cielo de Nepal en todas sus variantes. Fueguitos grandes, pequeños; incandescentes y los que al mirarlos te encienden. Haber leído El Quijote y ser contemporánea de Piazzola no termina siendo gratis y tampoco perdonable en tiempos donde la tristeza y la intensidad tiene mal marketing.

La gran metáfora

El quijote es la gran metáfora en días de egos grandes y trayectorias cortas. Hay tantas interpretaciones como cantidad de habitantes del mundo. Con todo, la vida no es sólo un viaje, o una aventura sin más, o empresa de sólo un individuo. Porque la vida, además, es encuentro, viaje en diálogo. Vivir es relación y es encuentro.

Por ello, Unamuno afirma agudamente que don Quijote volvió a su aldea no sólo para buscar un escudero, a la manera de los caballeros andantes, sino para tener alguien con quien hablar. Alejado de su casa, de los suyos, aquellos primeros monólogos se dirigían al sol, a su futuro, a su dama, eran sólo disparates. Necesitaba compañía para conversar, necesitaba a Sancho. Cervantes viene a decirnos que vivir es diálogo, es sociedad o, como diría el poeta, vivir es convivir en compañía. No es sólo don Quijote. El poema y las golondrinas que cambian de hemisferios en equipos con turnos y retaguardia, nadie imagina el placer del vuelo compartido.  Es don Quijote más Sancho, Sancho más don Quijote.

Pero no terminó siendo gratis recordar la metáfora del Quijote y su Sancho Panza, en cuya historia muere Hidalgo Quijano, permaneciendo vivo Quijote, dando triunfo a la locura. Pero a través del diálogo, Y esto hasta tal punto que se puede afirmar que el protagonista de la gran novela es dual. La Lili es merecedora de esta nota como cada docente con conciencia del grado de huella que deja en los seres humanos, una micro historia trata sublimar el acierto de una sociedad que todavía cree en la normalidad.

Celebrar la locura como lo hizo El Quijote. Celebrar más el salto que el cálculo, la caricia espontánea antes que la permanencia por compromiso. El gran dilema de perdurar u honrar la vida. Muere Alonso Quijano, pero El Quijote sigue vivo, liberar a los cautivos es la forma pragmática que el caballero tiene de batallar contra la muerte.

Aunque la vida cuesta y duele cada tanto, aun así, no es saludable dejar en la puerta un campo santo, seco e inerte. El llanto devuelve humedad a la tierra fértil. Marlene Wayer lo escribió y Susy Schok iconizó en un poema la frase “reivindico mi derecho a ser un monstruo, y que otros sean lo normal”. A mis monstruos les perdón por tan poco.