La mentira

Por Juan Martín Garay (*)

Dijo una vez el filósofo José Ortega y Gasset que “en épocas de gran agitación, el deber del intelectual es mantenerse callado, pues en esos momentos se hace necesario mentir y el intelectual no tiene ese derecho”. La mentira no debe tener margen en aquellas personas que desde su intelectualidad tienen el deber moral y patriótico de comprometerse no sólo en palabras sino fundamentalmente con hechos. Dicen quienes saben, que una persona verdaderamente intelectual es aquella en la que reside un alto compromiso con el tiempo en el que vive, ese momento histórico donde también existen las ansiedades biológicas que van a otra velocidad, pero al que se le debe poner todo el cuerpo desde lo que se piensa y que a su vez se dice. Las palabras y los hechos, no sólo palabras.

Inmoral

Volviendo a otra frase de Ortega y Gasset, pensemos como él que “es inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la deseamos. Sólo es moral el deseo acompañado de la severa voluntad de aprontar los medios de su ejecución”. La situación de nuestro país podría definirse probablemente como razonable, lejos de la excelencia pero también de la decadencia. Y sería razonable porque aún se sostiene algo que es un eterno anhelo colectivo por lo que siempre se ha luchado, poco llevado a la práctica por cierto, pero altamente necesario y aún en la “gatera”, me refiero a la unidad nacional. Seguimos siendo un gran país con sentido de unidad nacional, el que obviamente hay que llevar a la práctica más allá de “la grieta” que aísla y separa, pero para ello deberemos cultivar más diálogo y encuentro en el marco de una cultura que lo privilegie como tal.

Crisis ética

La crisis ética de los argentinos -denominada así por el psicólogo Hugo Polcan- se entiende como un problema con raíces estructurales que tienen mucho que ver más con la cultura que con la propia realidad. Sobre ésta, el cientista social brasilero Helio Jaguaribe opina: “los países de cultura predominantemente católica tienen una tendencia a la crisis ética. Los países de cultura protestante tienen una tendencia a una afirmación ética más nítida, porque el protestantismo es una opción ética, y no ideológica, y el catolicismo es una opción ideológica, y no ética. Allí entra en juego una formación de base que será permanente”. Volviendo a Polcan, éste analiza que “la Argentina aparece como un país con un enorme potencial de recursos naturales y humanos, pero con vastos sectores de su población sufriendo la incongruente injusticia del hambre, la desocupación y la marginación social”. Por eso, problemas como la corrupción generan daños muchas veces irreparables, que tienen que ver no con el delito de cohecho en sí, sino con el mensaje que ese accionar transmite a la sociedad en su conjunto. Por principios y no por códigos, es necesario combatir constantemente en todas sus manifestaciones este tipo de acciones, porque el “hilo se corta por lo más delgado” y los que sufren son siempre aquellas personas que quedan en medio de toda esa realidad como consecuencia de las mismas.

Desarrollo

Inclusión con desarrollo humano son las claves para mejorar las relaciones sociales, incorporando a las masas marginales pero también sosteniendo fundamentalmente a la clase media Argentina. Apostar al conocimiento en la Sociedad del Conocimiento, siendo no sólo transmisores sino generadores del mismo, para incorporarlo como el gran valor agregado que permita el desequilibrio positivo de la balanza comercial. Con o sin “viento de cola” en lo económico, debemos sostener un crecimiento técnico, económico y cultural lo suficientemente razonable, de manera tal que el futuro no sea siempre preocupante, sino por el contrario prometedor y con esperanza para todos los que habitan este hermoso suelo. Seamos optimistas, creamos en que aún existe la posibilidad de que se generen las transformaciones de fondo (y sin el “fondo”, aunque parece difícil hoy día) que nos harán ser un país creíble y eficaz, donde las voluntades individuales vayan por un carril distinto al proceso colectivo que se ponga en marcha en función del bienestar general. Algo que dará sostenibilidad a la ansiada estabilidad económica y política. Necesitamos de un rumbo, un país cuya rutina sea orientada de una buena vez en la dirección correcta. Expresa Jaguaribe que “todo desarrollo sostenible es aquel que se hace por rutina”, bueno, eso, tan simple como difícil por momentos.

Las condiciones financieras que permitan sostener un desarrollo a largo plazo serán posible sólo si se da una sana, madura y confiable combinación entre las finanzas públicas y privadas, es decir un modelo financiero global bajo el liderazgo competente del Estado. Porque el capital debe estar siempre al servicio de la economía y no al revés, para que se generen las condiciones tales que permitan a cada uno obtener lo suyo -como acto de justicia- en base a lo que sea el producido de su propio trabajo manual o intelectual. Es verdad que compete al Estado ejercer ese liderazgo, la conducción del rumbo, o al menos así lo creo yo, pero lo cierto es que muchos quienes han tenido o aspiran a tener la posibilidad de hacerlo han perdido tiempo en una puja sin sentido por la afanosa búsqueda personal de poder, sin tener la más mínima conciencia financiera que sea lo suficientemente clara. Por otra parte, sólo se habla de la conciencia económica, aquella que muchas veces se padece pero no se percibe como resultante positivo si no es con un trabajo a largo plazo, algo que hemos podido experimentar en varias etapas de nuestra vida reciente en democracia, lo cierto es que aquella visión financiera del “día a día” se ha transformado en una rutina que provoca un triste vacío.

El futuro está “a la vuelta de la esquina”, hemos comprobado desde el análisis geopolítico que poseemos las condiciones necesarias para tener una realidad distinta que permita la felicidad del pueblo argentino. Lo cierto es que independientemente de los grandes proyectos, de grandes conductores y liderazgos, el país necesita si o si marchar bien, eso es altamente necesario por el bien de todos. Seamos optimistas con relación al futuro, a ese destino único del que fatalmente somos los artífices pero sin que por ello nos transformemos en instrumentos de la ambición de nadie.

La clave está en la educación, porque la misma se presenta siempre como una oportunidad de liberación para el ser humano, por eso los países tienen el desarrollo que su propia educación les brinda a sus compatriotas.

Conciencia pública

Debemos consolidar una conciencia pública que permita configurar los posibles gobiernos futuros en una dirección positiva que sea difícil revertir, acordando puntos básicos y concretos de pautas para crecer con desarrollo e inclusión basadas en realidades sin demagogia, en donde la movilidad social ascendente esté garantizada para todos y el acceso a la tierra, a una vivienda digna y a posibilidades laborales también, por que gobernar no sólo es crear trabajo, sino que gobernar es incluir.

Las ideas latentes que deben existir por sobre todas las cosas son las del amor y dedicación plena al país, ese sentido netamente público que nos hace pensar en una mejor Nación en constante construcción. El objetivo debe ser claro, no callar pero tampoco mentir, eso sí, pensar en nuestra Argentina.

(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.