Un tren de trocha angosta transporta turistas entre los árboles muertos del devastado bosque de Harz, en Wwenigerode, Alemania. En esta región se encuentra la cordillera más alta del país y también la superficie de abetos y pinos más afectada por la plaga del “escarabajo de la corteza”, un pequeño insecto invasivo que se ha abierto camino en Alemania asolando unas 300.000 hectáreas de bosques. En las montañas de Harz, más de dos tercios de los árboles parecen ahora fantasmas blancos asomando en las laderas. Pero en el fondo el culpable no es el escarabajo, sino el cambio climático o, mejor dicho, la interrelación entre estos dos factores. El clima más cálido y seco hace que los árboles se debiliten y produzcan menos flujo de savia y resina, lo que facilita que el escarabajo los infecte, ya que cuando están sanos estos insectos penetran la corteza y literalmente se quedan pegados a la resina y mueren.
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