Esta construcción de tres pisos formaba parte de una cadena de fuertes en Solent y fue construido en el siglo XIX para proteger el astillero inglés de Portsmouth. Tras la Segunda Guerra Mundial Spitbank Fort dejó de utilizarse con fines militares y fue adquirido por un millonario que lo convirtió en su residencia de verano. La casa tiene nueve dormitorios y nueve baños, una sala de cine, una sala de juegos y una bodega. En la cubierta superior hay terrazas para tomar el sol, una piscina de hidromasaje y pozos de fuego con vistas panorámicas del paisaje marino. El pueblo más cercano se encuentra la Isla de Wight, a unos 5 kilómetros hacia el sureste. En 2009 volvió a venderse, esta vez en 1 millón de dólares, y se transformó en un exitoso hotel spa de lujo y para eventos corporativos y rondas de negocios. Pero al inicio de la pandemia se suspendió su uso como hotel y, luego, las restricciones sanitarias y de transporte obligaron su cierre definitivo. Lo que no logró la flota de Napoleón, lo consiguió el coronavirus.