Nadie podía imaginar que el humilde Festival Burning Man, nacido en 1986 cuando dos amigos llevaron a sus hijos pequeños a una playa de San Francisco para celebrar el equinoccio de verano, acabaría siendo una de las más grandiosas expresiones de libertad creativa. Celebrado desde el año 2000 durante una semana en el desierto Black Rock de Nevada, el festival se cierra con la quema del “Templo” de madera levantado en el centro de la efímera ciudad. El artista David Best construyó el primero para conmemorar a un amigo que murió en un accidente de moto cuando se dirigía al festival. Cada año sus instalaciones han sido más grandes y elaboradas, con infinitos y extraordinarios detalles. Tal vez por eso su incineración se contempla en absoluto silencio, incluso cuando se realiza en forma virtual con tecnología 3D, como ha sucedido en las dos últimas ediciones por la pandemia de coronavirus.