Cuando aparecieron las cámaras digitales muchos pensaron que los fotógrafos perderían su ojo artístico porque en lugar de tener que ser muy selectivos con lo que retrataban -por el costo de las películas y el revelado-, ahora terminarían disparando sus cámaras de manera indiscriminada. Esa era una discusión frecuente en los ’90, pero tres décadas después lo que parece haber ocurrido es que gente que ni siquiera sabía que tenía una aptitud natural para la fotografía ha conseguido abrir un universo muy poco explorado hasta entonces. Todos los días, en algún rincón del mundo un fotógrafo descubre través de su lente un charco, un animal dormido o la tapa de una alcantarilla y los retrata. Cosas que nadie pensó nunca que podían ser vistas como hermosas se convierten en imágenes virales. Escenas y personajes curiosos adquieren otra dimensión cuando se combinan el don de la observación con el de la creación.