El fotógrafo Gregg Segal invitó a algunos amigos y vecinos a posar como modelos en el fondo de sus casas, pero rodeados de los desperdicios hogareños que cada uno acumulara durante una semana. Segal quería mostrar de manera tangible nuestra relación insensata con la basura domiciliara, esa que nos cuesta separar y sacar a la calle en los días y horarios establecidos. El papel de un caramelo, bolsas de plástico, cáscaras de verduras y futas, maples de huevos, diarios viejos y un interminable etcétera conforman la montaña de desechos domiciliarios que generamos. Se calcula que alcanzan los 2.120 millones de toneladas globales por año. Sin embargo, para la mayoría de los consumidores son visibles sólo por un momento, pese a que sus efectos permanecen durante miles de años. Las respuestas, por la escala del problema, deben ser globales. Pero nuestra contribución individual puede hacer una diferencia.