La arquera de la selección femenina de hockey de Gran Bretaña, Madeleine Hinch, soporta un peloteo en el patio de su casa, donde se preparó para volver al equipo nacional y participar en los Juegos Olímpicos de Tokio. Aunque fue consagrada la mejor arquera del mundo después de brillar en Río de Janeiro 2016 y se convirtió en una celebridad en su país, Maddie abandonó el deporte abrumada por su popularidad y personalidad perfeccionista. “Quería ser la mejor, pero no toleraba mis errores ni los de mis compañeras, sólo quería estar lejos de ellas”, confesó recientemente. Dos años después de retirarse acudió a un terapeuta y le diagnosticaron depresión. “Comprendí que mi autoexigencia era miedo a cometer errores, y esa presión se convirtió en obsesión”. Hoy con 32 años y la medalla de bronce lograda en Tokio, disfruta del contacto con sus compañeras, aconsejando a las más jóvenes sobre cómo lidiar con un trastorno que, “entre los deportistas de elite se parece mucho a una epidemia”.









