Tras la peor sequía en 60 años que golpeó a la Argentina, los agricultores se están quedando sin el producto básico que impulsa la economía.
En esta época de año, las rutas que conducen a algunos de los puertos y las plantas procesadoras de soja más grandes del país suelen estar llenas con 2.000 camiones todos los días. Un martes por la tarde a finales del mes pasado, solo había un puñado.
Después de que la peor sequía en seis décadas dejara al mayor exportador mundial de productos de soja con la cosecha más reducida en casi 25 años, los agricultores se están quedando sin el producto básico que impulsa la economía argentina.
Las fábricas de soja propiedad de los gigantes estadounidenses Cargill Inc. y Bunge Global SA, así como la china Cofco International, y el procesador local Vicentin, están operando a capacidad reducida. Sin casi nada que exportar, Argentina se está quedando sin los dólares que necesita, lo que podría significar problemas para el nuevo presidente que será elegido este fin de semana.
El impacto de la sequía
“La situación de sequía en la Argentina es catastrófica para nosotros”, dijo en una entrevista Gustavo Idígoras, presidente de Ciara-Cec, un grupo de lobby que representa a algunas de las principales aceiteras del país. “El impacto real de la sequía para las aceiteras es a partir de este trimestre”.
La situación es calificada como “grave” por algunos operadores del sector.
La Cámara de Comercio de Rosario, que alberga la mayoría de las plantas procesadoras de soja de Argentina, estima que el impacto económico de las menores exportaciones de cultivos es de US$16.000 millones, todo en un momento en que un nuevo presidente necesitará tantos dólares como sea posible para apuntalar una economía que lucha contra una inflación del 143%.
Juan Luciano, director ejecutivo de la empresa con sede en Chicago Archer-Daniels-Midland Co., ya había advertido que los productores argentinos se estaban quedando sin inventario. En una llamada con analistas a finales de octubre, proyectó que pese a ser la segunda economía más grande de América Latina, Argentina podría quedarse sin soja este mes.
Los amplios estacionamientos de camino a las aceiteras, agrupados alrededor de Rosario, están prácticamente desiertos.
Entregas de camiones
Tomemos como ejemplo el primer viernes de noviembre, cuando sólo 382 cargamentos de soja llegaron al área de Rosario, un 59% menos que el mismo día del año anterior, según la agencia de transporte por carretera AgroEntregas.
Como resultado, varias plantas de soja ya están adelantando el mantenimiento anual, poniendo fuera de servicio las líneas de producción antes de lo normal, dijo Julián Echazarreta, director de ACA, una importante cooperativa agrícola. La capacidad ociosa en las plantas podría alcanzar hasta un 70%, según la Bolsa de Comercio de Rosario.
Vicentin, alguna vez la joya de la corona de la industria procesadora de soja de Argentina, cerró su planta de San Lorenzo por mantenimiento antes de lo habitual, dijo Estanislao Bougain, miembro del directorio de la compañía. Si bien la empresa se encuentra en proceso de quiebra, ha permitido que otros exportadores utilicen sus fábricas para mantener el flujo de caja.
Cargill está operando al menos una de sus plantas de procesamiento a capacidad reducida, Cofco está operando principalmente desde su instalación de Timbúes y Bunge no está operando la planta de trituración en su instalación T6.
En este contexto, Brasil ha superado a nuestro país como el principal exportador mundial de harina soja —un ingrediente clave en la alimentación animal— por primera vez desde 1998.
El impacto económico empeora con una cosecha de trigo inesperadamente baja que se está recogiendo actualmente. Las exportaciones de todos los cultivos, incluidos la soja, el trigo y las semillas de girasol, se pronostican en US$25.500 millones, un 39% menos que en la temporada 2021-22, estima la bolsa de Rosario.