La devoción por la amistad

Señor director:
Un par de semanas atrás festejando el día del amigo (dicho sea de paso de manera virtual), me acordé de una inquietud que me quedó dando vueltas y vueltas luego de leer – hará un año – el capítulo: “Martín Fierro” que forma parte del libro de Carlos Gamerro: “Facundo o Martín Fierro – Los libros que inventaron la Argentina”. La inquietud era la siguiente: nuestra esencia como argentinos (si algo así puede llegar a existir) tiene mucho más que ver con una forma de sentir la amistad que con cualquier otra cuestión.
La amistad como centro de nuestros vínculos, pero no una amistad entendida de cualquier modo sino surgida de una visión que está ligada a cómo jerarquizamos nuestros valores, jerarquía que coloca por encima a lo concreto – al que está ahí, a las relaciones de carne y hueso, al frente a frente – por sobre lo abstracto.
Por eso, tan lucidamente Borges en su breve ensayo “Nuestro pobre individualismo” – citado por Gamerro – diferencia al argentino, del europeo o de los americanos del Norte, por ser un individuo antes que un ciudadano. Así nos dice, que los tantos films elaborados en Hollywood, en los que se propone la admiración de un hombre que se hace amigo del criminal para luego entregarlo a la justicia, al argentino “para quién la amistad es una pasión…” ese héroe le parece un incomprensible canalla”.
Nuestra literatura tiene muchos ejemplos que respaldan este sentir, pero alcanzará con citar aquí a nuestro libro nacional: en el “Martín Fierro” la amistad entre Fierro y Cruz se forja en un instante y para siempre, en una conexión entre iguales, en contra de la ley y las demás instituciones, y a favor del otro (que como igual en cierta medida es uno mismo: “Ya veo que somos los dos / astilla del mesmo palo” le dice Fierro), a favor del amigo y de la amistad entendida como un fin en sí misma. Nuevamente es Borges quien en el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” nos pone en la piel de este último y escribe: “comprendió que el otro era él… que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados, junto al desertor Martín Fierro”.
Pienso que la amistad, el cómo la entendemos y la sentimos, nos marca profundamente como argentinos; para nosotros la palabra amigo es justamente lo contrario a eso, a una palabra, a una institución, a un concepto; amigo es el que está ahí, el de carne y hueso, el de los silencios sin incomodidades, el del abrazo, la cargada y el consejo. Tal vez por ello, en esta época de pandemia y virtualidad extrema, nosotros (argentinos) suframos un poquito más que algún otro para quien la amistad sea solo una palabra – o peor aún – un simple medio.
Mauricio Tourfini