El problema de la deuda ha sido una limitante permanente a las posibilidades de crecimiento y desarrollo de los países periféricos. Nuestro país, desde la recuperación democrática, ha estado signado por crisis recurrentes, estrechamente vinculadas con el problema de la deuda externa, que creíamos haber dejado atrás hasta que la administración Macri reinició el ciclo. El enorme volumen de deuda contraída entre 2015 y 2019, en el mercado voluntario, primero, y luego mediante el préstamo stand by obtenido contra el FMI, puso en jaque, una vez más, el futuro de todos los argentinos y argentinas. Esta deuda, tan dañina para el país, se contrató, además, al margen de lo que prescriben las normas vigentes, por lo cual debe ser investigada judicialmente para determinar la responsabilidad civil, penal y patrimonial que les pudiera corresponder a los ex funcionarios que intervinieron. Cargando el lastre de una deuda insostenible, Argentina llegó a finales de 2019 en una situación muy delicada: con indicadores de desempleo y pobreza alarmantes y desigualdad en avance, evidenciando un notable retroceso respecto de los valiosos avances que nuestra sociedad había construido en todos esos aspectos entre 2003 y 2015. El deterioro producido durante el gobierno de Macri, se reflejó en la múltiple emergencia votada por el Parlamento argentino en diciembre de 2019. Durante la pandemia, lamentablemente, se agudizó una situación que ya era grave antes del coronavirus. En este contexto, Argentina logró reestructurar su deuda con acreedores privados, logrando un ahorro de u$s 38.000 millones, una reducción de la tasa promedio de 7% a 3% y un periodo de gracia indispensable para enfrentar la crisis sanitaria y socioeconómica y encarar la reconstrucción de la economía antes de volver a pagar. Es que la crisis desatada por la pandemia obligó -y obliga- a los Estados, en todo el mundo, a encarar respuestas urgentes e impostergables. Es casi de sentido común que, frente a una coyuntura tan grave, el pago privilegiado de la deuda no es compatible con la prioridad absoluta que exige el cuidado de la vida y la salud de los pueblos, primero, ni con la ineludible necesidad de reconstruir la economía, después de la pandemia. Este debería ser el primer marco de referencia en el cual inscribir la cuestión del arreglo de la deuda con el FMI.