El gobernador Gustavo Bordet transcurre su segundo y último mandato con una alta imagen positiva, mientras no aparece un nombre que sintetice las expectativas del oficialismo y sea competitivo hacia los comicios del año que viene. Cambiemos, con Rogelio Frigerio de principal candidato, apuesta a una interna con Pedro Galimberti. Los detalles del tablero político.
Por Mariano Osuna
Pasan los meses y se acerca un nuevo año, atravesado por la disputa electoral, donde se eligen cargos ejecutivos y legislativos en la mayoría de los distritos del país. En Entre Ríos, a fines de agosto de 2018, la Legislatura provincial aprobó el Proyecto de Ley contenido en el Expediente 23021, que permite al Poder Ejecutivo el desdoblamiento de las fechas de los comicios en relación al calendario nacional. En 2019, tuvo su primer experimento cuando el gobernador Gustavo Bordet consiguió su reelección en junio, con un cronograma electoral separado de la votación de octubre que permitió la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada.
Algunas voces sutiles del Gobierno provincial ya deslizaron la posibilidad del desdoblamiento de los comicios de este año, que según las modificaciones legislativas, establece las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias para el segundo domingo de abril y las generales para el segundo domingo de junio. Esas definiciones se dan en un contexto donde Bordet no puede ser nuevamente reelecto, ya que luego de la reforma constitucional de 2008 la fórmula principal sólo puede tener dos mandatos en total. “Es posible, así fue en 2019”, confirmó Ángel Giano, presidente de la Cámara de Diputados de la provincia y hombre de confianza de Bordet, en una entrevista en febrero a Canal Once de Paraná. “Si se desdobla, el año que viene se cierran las listas. Si fuera así, en abril (del año próximo), serían las PASO. Con el contexto de hoy, en un año estaríamos cerrando las listas. Hay que dar un gran debate; de haber reforma se hará este año, y si no hay reforma, el gobernador decidirá adelantar las elecciones o ir con el gobierno nacional”, expresó
Encuestas propias y ajenas ponen la imagen del mandatario entrerriano con una valoración positiva superior al 60%, que deja al concordiense en un lugar destacable respecto a las decisiones y las estrategias electorales del año próximo. No obstante, en política dos más dos rara vez es cuatro, lo cual significa que la buena imagen del Gobernador no implica la transferencia de ese capital político y la correspondiente traducción en votos hacia otros dirigentes con aspiraciones legítimas para 2023.
El laberinto del oficialismo
La historia política reciente de Entre Ríos marca que los últimos dos ex gobernadores justicialistas, el fallecido Jorge Busti y el actual embajador en Israel Sergio Urribarri, dejaron la Casa Gris para convertirse en jefe de la Cámara de Diputados de la provincia. Con resultados disímiles, la estrategia fue mantenerse en el radar principal, aunque con el paso de los meses fueron apareciendo diferencias esperables sobre el estilo de conducción. El vínculo entre Busti y Urribarri no sobrevivió el conflicto con las patronales agropecuarias tras la fallida Resolución 125 y la derrota electoral de 2009, mientras que la relación entre el actual Gobernador y su antecesor sufrió las disidencias sobre cómo posicionarse frente a la administración nacional de Mauricio Macri y respecto a la reorganización del peronismo como frente opositor.
Bastante agua pasó debajo de ese puente. Aunque nunca las relaciones volvieron a ser parecidas, hubo varios encuentros que mostraron una convivencia política dentro del Frente Creer, el sello elegido por Bordet, que se convirtió en ensayo general de otros acuerdos de unidad entre los distintos sectores que hoy conforman el Frente de Todos y que llegó a la Rosada en 2019. Pasó la pandemia, al menos en su contexto más dramático, y también los comicios de 2021, con sinsabores incontrastables para el oficialismo en Entre Ríos. El desafío es 2023.
Frente al fantasma y las cámaras porteñas que supo tener Rogelio Frigerio como ministro del Interior de Cambiemos, el entorno de Alberto Fernández entendió la necesidad de un candidato fuerte, con peso territorial, experiencia de gestión y un apellido con historia en el peronismo entrerriano. El elegido fue Enrique Cresto, uno de los nombres puestos para la competencia de 2023, que atravesaba su segundo mandato como intendente de Concordia, aunque pidió licencia para hacerse cargo del Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (Enohsa), una vidriera nacional con una caja envidiable, dependiente del Ministerio de Obras Públicas que comanda Gabriel Katopodis. Los resultados son conocidos por todos y los números finales dejaron 435.787 votos para la lista de Juntos por el Cambio y 252.161 votos para el Frente de Todos, luego de una primaria competitiva donde la lista interna encabezada por el actual diputado nacional, Pedro Galimberti, sacó más de la mitad de los votos que la lista única del peronismo. Sin lugar a dudas, no es comparable una elección de medio término con una disputa ejecutiva, aunque dejó distintos elementos de análisis en la primera prueba sin Bordet en la lista.
Los nombres principales del oficialismo, con intenciones de competencia por la sucesión del sillón de la Casa Gris, son el propio Enrique Cresto, un poco maltrecho por los resultados del año pasado; los intendentes de Paraná, Adán Bahl, y de Gualeguaychú, Martín Piaggio; y la vicegobernadora Laura Stratta. Bahl fue ministro de gobierno de la primera gestión de Busti y de los dos mandatos de Urribarri, y luego fue parte del binomio principal en el primer triunfo de Bordet como Mandatario en 2015. Actualmente es Presidente municipal de la capital entrerriana, un terreno hostil históricamente para las reelecciones, donde puede ir por nuevo mandato o puede competir por la gobernación, donde le queda un solo mandato. La apuesta del bahlismo es finalizar su gestión con la concreción de distintas obras estructurales, especialmente las que se vinculan con distintas arterias y avenidas que agilizan el tráfico local, como también con la recuperación de diferentes espacios verdes, desplazando la centralidad que tiene la ciudad dentro de los bulevares y apostando a la diversificación de los polos comunitarios, productivos y culturales. Por su parte, Piaggio atraviesa su segundo mandato en Gualeguaychú, con una agenda donde logró diferenciarse con temáticas como el medio ambiente, la regulación de fumigaciones, la producción estatal de productos y alimentos agroecológicos, la recuperación del carnaval popular y la construcción de un polo educativo, en articulación con UNER y Uader. Su estilo logra representación en los sectores más afines a Cristina Fernández y también en vastos espacios del justicialismo tradicional, aunque aún no logró posicionarse fuera del pago chico. Por último, Stratta fue diputada provincial en la segunda gestión de Urribarri, para convertirse después en ministra de Desarrollo Social durante el primer mandato de Bordet. Con ese pergamino, se convirtió en la primera vicegobernadora mujer de Entre Ríos, desde donde generó una agenda por la paridad, la igualdad de género y la inclusión de las disidencias. Su nombre tiene aliados en el urribarrismo, en el bordetismo, donde logró una gran relación con el actual Mandatario, y en el kirchnerismo. Además, resulta atractivo el título de una mujer gobernadora, que también atraviesa la misma situación de Bahl, ya que solo le queda un mandato.
La principal dificultad de estos nombres es que ninguno logra el consenso mayoritario ni tampoco arroja los números necesarios para hacer frente a Frigerio. Aunque una interna parece una fórmula efectiva, el problema es la implementación de la famosa frase “el que gana conduce y el que pierde acompaña”, porque se sabe que las determinaciones de los dirigentes no se trasladan exactamente a las elecciones de los votantes. En ese complejo tablero, aparecen otros nombres posibles en los binomios dentro de una gran interna, como el jubilado pero siempre atractivo José Lauritto, a quien también se lo menciona para una tercera vuelta a la Municipalidad de Concepción del Uruguay; Lucas Larrarte, intendente de San Salvador; Carolina Gaillard, actual diputada nacional; y Juan José Bahillo, ministro de Producción, Turismo y Desarrollo Económico y ex intendente de Gualeguaychú.
El escenario opositor
Luego de los comicios en 2021, el ex Ministro del Interior de Cambiemos será candidato puesto para la gobernación en 2023. Si se confirma, será la segunda vez que la oferta opositora no sea encabezada por un dirigente radical, como ocurrió en 2015 cuando Alfredo De Ángeli fue el protagonista de los comicios que convirtieron a Bordet en nuevo Mandatario. El radicalismo, más empoderado luego de la lista de los intendentes del Partido Centenario que enfrentó a Frigerio, tiene como principales referentes a Pedro Galimberti, jefe comunal en licencia de Chajarí y actual legislador nacional, y Darío Schneider, presidente municipal de Crespo. Esa interna parece un condimento atractivo, como ocurrió en 2021, cuando los radicales tuvieron una lista propia para dar la pelea en las Primarias.
En ese armado quedan dos incógnitas, una referida a los justicialistas nucleados en Juntos por el Cambio, donde aparecen el actual legislador provincial Juan Zacarías, los ex intendentes de Gualeguaychú Luis Leissa y Emilio Martínez Garbino, y el ex legislador nacional menemista Augusto Alasino. Un espacio, que por estas horas intenta sumar al ex intendente peronista de La Paz, José Nogueira. La otra duda es el rol del varisquismo residual, hoy representado en la figura de la actual legisladora Lucía Varisco, y que por estos meses define si disputa la intendencia de Paraná o va en un frente provincial, por dentro o por fuera de la alianza opositora.
Con varios laberintos en la definición, el peronismo descree de los resultados del año pasado, argumenta que la ciudadanía disocia los comicios de medio término de las definiciones ejecutivas y recuerda que en 2019 Bordet ganó cómodamente, mientras que en 2017 los números fueron contrarios. En el medio, se encuentra un panorama nacional incierto, donde las diferencias entre las distintas patas integrantes de la coalición gobernante se encuentran cada vez más notorias y donde se percibe un humor social frustrante por la inflación, la pérdida de valor adquisitivo y la falta de certidumbre y movilidad social ascendente. En criollo, las personas notan que su trabajo no alcanza para darse algún gusto, y que se transformó en un hábito destinar el salario a pagar lo que se pueda. Punto y Seguido, la columna política de los domingos de LA CALLE, analizó la semana pasada la importancia del tema inflación en las expectativas sobre el Gobierno nacional, que entre pandemia y errores no forzados, no pudo cumplir las esperanzas puestas en el contrato electoral de 2019.